jueves, 12 de junio de 2008

Cerrando el círculo

Las vueltas que da la vida. Que me lo digan a mí, que ya estoy medio mareado. Doy carpetazo definitivo a esta bitácora tal y como la empezé hace casi dos años aquí y también conté aquí. Acaban de anunciar que sobran casi quinientos cuerpos en la compañía que me da de comer. Ese es el dictamen del visionario que han traido a bordo para redirigir la nave. Bienaventurado sea nuestro guía. Díle tú algo, que a mí me da la risa.

Reunión general del departamento en un hotel cercano. Una de recursos humanos - española e imcompetente, para más señas – se sienta al lado del jerifalte para lidiar con las cuestiones “legales”. Qué familiar me suena todo esto, pensaba. Presentación sobre las atroces condiciones del mercado, la necesidad de cambiar, las ambiciones de la empresa. Respiraciones contenidas. Tras cuarenta minutos de faena sin arrimarse al toro, la diapositiva número cuarenta y séis, escondida como el regalito en el Roscón de Reyes, da fe de las malas noticias, Para más inri, nos dicen que todavía quedan flecos que dirimir en el plan renove. Es decir, aún no han identificado a todas la víctimas del sucso pero que, mientras tanto, “la vida continua”. Como empieza aquel chiste: “Tú que prefieres: un susto o la muerte?” Pues eso. Aquí hay mucho hijoputa suelto, opino.

Así que en breve nos darán una hojita con el nuevo organigrama de la empresa y si mi nombre no está en el dibujito… apaga y vámonos. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Esto es todo. Cierro esta bitácora por decisión de la patronal (en este caso, y sin que sirva de precente, yo mismo). Publicaré un artículo más, a título póstumo, con un fichero recopilatorio de lo mejor y lo peor de Vida y Milagros en Inglaterra - la contribución de un españolito en la Pérfida Albión a la antropología del siglo XXI. Vanidoso que es uno.

Saludos cordiales.

martes, 3 de junio de 2008

Los otros doctores

No puedo resistirme a relatar uno de esos pequeños triunfos de un españolito anónimo en tierras extranjeras que de vez en cuando me alegran el día.

Asun, una joven amiga valenciana, acaba de presentar su tesis doctoral en la universidad de Reading. El mundo de las tesis doctorales me es aún más ajeno que la presencia de verduras en mis comidas, por lo que no entraré en el detalle del título, materia y demás particulares.

La valenciana presentó el fruto de su esforzado trabajo ante un jurado que uno solo puede imaginarse lleno de malos-malísimos con ganas de tirar abajo su ilusión y sacrificio de varios años. La presentación fue luego defendida ante el fuego de una batería de preguntas cuyas respuestas, a veces, se tenían que remontar bastante tiempo atrás, con las dificultad propia de expresar aquello que se aprendió en la lengua materna pero que hay que dar cuenta en la inglesa. Allí se dieron las contestaciones oportunas aunque faltaran las palabras, ya fuera dibujando los átomos en la pizarra o en el aire con las manos, que todo vale.

Al término de la estresante sesión y cuando la fallera tomaba el camino de la puerta para dejar que el jurado deliberara, la paran de sopetón y la dicen que se quede, que hay poco que deliberar, que es una tesis cojonuda, una de las mejoras que han visto por parte de alguien de habla no inglesa y que la prueba está superada con creces, “doctora”.

El portavoz del jurado también la felicita expresamente por haber hecho el esfuerzo de responder a algunas de las preguntas, “al contario que otros que prefieren decir que no saben para evitar el mal trago de no articular lo que saben en un idioma ajeno”. Desde luego no sabían a quien tenían enfrente. Si el almirante Nelson hubiera paseado su flota por el Mediterráneo otro gallo le habría cantado.

Voy a preparar un “agua de Valencia” para celebrarlo.