jueves, 12 de junio de 2008

Cerrando el círculo

Las vueltas que da la vida. Que me lo digan a mí, que ya estoy medio mareado. Doy carpetazo definitivo a esta bitácora tal y como la empezé hace casi dos años aquí y también conté aquí. Acaban de anunciar que sobran casi quinientos cuerpos en la compañía que me da de comer. Ese es el dictamen del visionario que han traido a bordo para redirigir la nave. Bienaventurado sea nuestro guía. Díle tú algo, que a mí me da la risa.

Reunión general del departamento en un hotel cercano. Una de recursos humanos - española e imcompetente, para más señas – se sienta al lado del jerifalte para lidiar con las cuestiones “legales”. Qué familiar me suena todo esto, pensaba. Presentación sobre las atroces condiciones del mercado, la necesidad de cambiar, las ambiciones de la empresa. Respiraciones contenidas. Tras cuarenta minutos de faena sin arrimarse al toro, la diapositiva número cuarenta y séis, escondida como el regalito en el Roscón de Reyes, da fe de las malas noticias, Para más inri, nos dicen que todavía quedan flecos que dirimir en el plan renove. Es decir, aún no han identificado a todas la víctimas del sucso pero que, mientras tanto, “la vida continua”. Como empieza aquel chiste: “Tú que prefieres: un susto o la muerte?” Pues eso. Aquí hay mucho hijoputa suelto, opino.

Así que en breve nos darán una hojita con el nuevo organigrama de la empresa y si mi nombre no está en el dibujito… apaga y vámonos. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Esto es todo. Cierro esta bitácora por decisión de la patronal (en este caso, y sin que sirva de precente, yo mismo). Publicaré un artículo más, a título póstumo, con un fichero recopilatorio de lo mejor y lo peor de Vida y Milagros en Inglaterra - la contribución de un españolito en la Pérfida Albión a la antropología del siglo XXI. Vanidoso que es uno.

Saludos cordiales.

martes, 3 de junio de 2008

Los otros doctores

No puedo resistirme a relatar uno de esos pequeños triunfos de un españolito anónimo en tierras extranjeras que de vez en cuando me alegran el día.

Asun, una joven amiga valenciana, acaba de presentar su tesis doctoral en la universidad de Reading. El mundo de las tesis doctorales me es aún más ajeno que la presencia de verduras en mis comidas, por lo que no entraré en el detalle del título, materia y demás particulares.

La valenciana presentó el fruto de su esforzado trabajo ante un jurado que uno solo puede imaginarse lleno de malos-malísimos con ganas de tirar abajo su ilusión y sacrificio de varios años. La presentación fue luego defendida ante el fuego de una batería de preguntas cuyas respuestas, a veces, se tenían que remontar bastante tiempo atrás, con las dificultad propia de expresar aquello que se aprendió en la lengua materna pero que hay que dar cuenta en la inglesa. Allí se dieron las contestaciones oportunas aunque faltaran las palabras, ya fuera dibujando los átomos en la pizarra o en el aire con las manos, que todo vale.

Al término de la estresante sesión y cuando la fallera tomaba el camino de la puerta para dejar que el jurado deliberara, la paran de sopetón y la dicen que se quede, que hay poco que deliberar, que es una tesis cojonuda, una de las mejoras que han visto por parte de alguien de habla no inglesa y que la prueba está superada con creces, “doctora”.

El portavoz del jurado también la felicita expresamente por haber hecho el esfuerzo de responder a algunas de las preguntas, “al contario que otros que prefieren decir que no saben para evitar el mal trago de no articular lo que saben en un idioma ajeno”. Desde luego no sabían a quien tenían enfrente. Si el almirante Nelson hubiera paseado su flota por el Mediterráneo otro gallo le habría cantado.

Voy a preparar un “agua de Valencia” para celebrarlo.

jueves, 29 de mayo de 2008

Por quién doblan las campanas

Esta bitácora languidece. Menos mal que ellas dan a luz, alimentan a la criatura y se inventan sobre la marcha el manual de instrucciones. Si fuera por nosotros, la parte masculina del asunto, la humanidad estaría extinguida a estas alturas.

Aprovecho la penúltima entrada de estas páginas para contar otra historia más de la vida misma.

Hacer unos días celebrábamos la despedida a un canario – de Las Palmas de Gran Canaria -, que ha hecho tres meses de mili por estos lares. El pájaro aterrizó aterido de frío en Febrero –cambios tan bruscos de temperatura no pueden ser buenos para la salud – y poco a poco fue conquistando su everest particular.

He relatado muchas veces las sorpresas que uno encuentra en el entorno multicultural. Me vienen ahora a la memoria algunas más. Por ejemplo, la de aquella colega francesa de origen ugandés, oronda licenciada más negra que el carbon, que rompió con su novio porque la familia le recriminaba que este era de la tribu equivocada. O la de una antigua compañera de piso de origen indio que veía a su novio blanco e inglés a escondidas pero que, por presiones familiares, acabó pidiendo que negocieran el matrimonio con un primo suyo.

Cuento esto porque las sorpresas también se deparan a título doméstico y fue refrescante saber que el isleño se maravillaba al ver el Támesis caudaloso o los trenes rápidos de cercanías, porque, joder, no hay ríos como dios manda o trenes de verdad en todas las partes del mundo, entre otras, en las Islas Canarias. No sabemos lo que tenemos en el continente.

El canario y su tesis doctoral a medio hacer empezaron ganando su jornal cortando pepinos y tomates en los destinos más variados. Al cabo de un mes y medio estirando su inglés en cocinas de poca solfa consiguió convalidar su título de profesor de enseñanza escolar, lo que le permitió trabajar como profesor suplente en los colegios de alrededor. Aquí los profesores enferman con frecuencia – y mejor que me calle, que esto daría para otro capítulo.

Con valor y arte torero, impartió clases de historia y de filosofía a los gorriones locales. Poco importaba que él fuera profesor de educación física, le decían los directores de las escuelas, mientras mantuviera el orden en la clase y no se le desmadraran mucho. Todo con mucho please y thank-you, claro está, no fuera a ser que se ofendieran los animalitos. Vaya hervidero de pequeños cabrones se está cocinando en este país, nos contaba.

Pero dónde vas, criatura, - le exhortábamos sus paisanos en vísperas de su retorno a las islas afortunadas - si ya has pasado lo más difícil, ahora que vas el viento de cola y con mucha carrerilla? Tiene válidas y variopintas razones para reemprender el vuelo aunque, en resumidas cuentas, se vuelve a casa porque vive de puta madre en su islote, que eso también cuenta.

Un gusto, Mr De Armas.

domingo, 27 de abril de 2008

Pasados por agua

Siempre hay una primera vez para todo en esta vida y aquel sábado lluvioso me encontraba limpiando los cristales de las ventanas del salón. Pero es que tú te has caido de un árbol esta mañana?, sentía que preguntaba la voz de mi conciencia.

Esperaba una visita social en un par de horas. Se trata de una pareja de amigos ingleses con la que teníamos más trato antiguamente (he dicho trato y no amistad? Me parece que llevo demasiado tiempo en este país) pero la comunicación había ido a menos. Debe ser porque nos quedamos al banquete de su boda sin haber sido invitados por un cúmulo de infortunios, y ella - siempre relamida, de maneras impecables y discurso groseramente educado - nunca nos lo ha perdonado.

La parejita de marras tiene un bebé de veinte semanas que brindaba la excusa perfecta para juntarnos en esta especie de reuniones-competición de padres primerizos y comprobar quién la tiene más grande, encontrar secretamente un defecto en la menuda parte contraria e intercambiar estupideces del estilo: “qué guapa está / hombre-por-dios la tuya aún más” “Calla-calla, que apenas me deja dormir / uy pues esta no te imaginas que noches me da” “Siempre está muy risueña / nos ha dicho el doctor que parece la más feliz del mundo.”

Además de limpiar las ventanas del salón, también tenía que quitar de la vista las cuatro tarjetas de felicitación que nos llegaron por la buena nueva. Ya expliqué en otra ocasión aquí cuál es mi teoría al respecto y no me apetecía soportar miradas indiscretas sugiriendo que solo teníamos cuatro amigos.

Y qué me dicen de los regalitos! No se les ocurrirá traernos unas lentajas con chorizo como hicieron Eduardo & Noelia, o un pastel de espinacas como hizo Asun. No, seguro que traerán un vestido rosa para el bebé. Qué divino. Como no me coma yo el vestidito con patatas fritas…

Ya habrán adivinado que estaba deseando ejercer de anfitrión en aquella miserable tarde. En fin – suspiraba. Voy a demostrar que los bárbaros extranjeros somos capaces de organizar una tarde de té con pastas - en vez de chorizo y tortilla de patatas - halagando al prójimo en lugar de criticarlo y controlando el orgullo paterno en cuanto la pequeña empiece a sonreir coquetamente.

Pero no todo suele salir según lo planeado.

Juro que no oímos el timbre. Parece ser que no tocaron una, si no tres veces. Unos minutos más tarde, al cuarto apedreo de la puerta, recibí al trío de invitados empapados hasta la médula. “Esto no empieza bien, pensé para mis adentros. Seguro que al bautizo no me invitan”.

miércoles, 23 de abril de 2008

Ello Smith

Pasaba mi cuarto día en la maternidad del hospital de Reading cuando me topé con una pareja con la que coincidí en las clases prenatales pijas. Por cierto, a posteriori, tengo que decir que las enseñanzas impartidas sirvieron para poco (por no decir nada) porque llegado el momento me encontré con poco valor para explicar a una doctora, dos comadronas, una enfermera y la jefa de la planta, que la posición que adoptaba mi señora durante la faena no era la más idónea para un parto en comunión con la madre naturaleza y consigo misma. Si llego a abrir la boca, fijo que me habrían insertado los forceps por donde mi espalda pierde su casto nombre.

Les contaba que me encontré con una pareja conocida, quienes habían tenido su bebé el mismo día que nosotros aunque la criatura estaba un poco debilucha y bajo observación médica. Cómo se llama vuestro bebé?, les pregunté con genuino interés de padre primerizo. “Aún no tiene nombre”, respondieron. Y cuando os dirigís a él, cómo le llamáis? “Ello (It)”.

Por el amor de los caballeros del santo sepulcro y la virgen de la cuenca del Guadalquivir, pensé para mis adentros. Le llaman “Ello” al bebé. Parece el nombre de la nueva fragancia de Calvin Klein. El neonato va a tener que recibir tratamiento psicológico en cuanto pueda articular dos palabras seguidas.

Para mi sorpresa, no era el único caso en el hospital, así que llamé a Darren, mi wikipedia personal para usos, asuntos e idiosincracia británica. “No es que esté criticando vuestras costumbres, querido, - le dije - pero manda huevos esto de no poner nombre a los recién nacidos”.

Parece ser que eso es relativamente normal en este país, me explicaba. Unos esperan ver la cara del nuevo retoño para ver a quién les recuerda y ponerle nombre, algunos confían en la inspiración del momento, otros pocos no se preocupan por el asunto… En fin, “de aquellos polvos, vienen estos lodos”

sábado, 19 de abril de 2008

Caracoles y cerdos

Se anunciaba como el programa que iba a poner la cocina española en el mapa, “dejando de ser el primo pobre de la cocina francesa e italiana”. A por ellos, que son pocos y cobardes. No hay como apelar al instinto patriótico para ganarse nuestro corazoncito.

La presentadora, una joven cocinera inglesa -con buen dominio del español aunque un poco chillona para mi gusto televisivo- recorre los pueblos de España visitando sus gentes y aprendiendo de sus costumbres culinarias para luego exportarlas al Reino Unido con un retoque al gusto británico.

Así, una viejecita almeriense le enseño a cocinar una paella de conejo y caracoles, un pastor castellano supervisaba cómo preparaba unas migas de chorizo y una recolectora de azafrán mostraba su particular receta de albóndigas en la cocina de su casa. Todo con una pinta riquísima. La primera parte se puede ver aquí y la segunda aquí (video clips de 10 minutos en inglés - aún no he encontrado la tercera y última parte en Youtube)

Entre otras cosas, el programa filmó la matanza del cerdo en un pueblo de Huelva y todo el folklore que rodeaba al evento. Tenían que ver las lágrimas que le caían a la periodista con los chillidos del puerco. Las viejecitas del pueblo removían la sangre del animalito en grandes barreños para hacer los chorizos y metían el dedo y se lo chupaban para comprobar cómo estaba de especies. La periodista flipaba en colores y supongo que al par de millones de espectadores que atrajo el programa se les ha quitado las ganas de probar un embutido español después de ver las entrañas del proceso productivo. Eso que se pierden.

Las imágenes me traían el recuerdo de un grupo de americanos poniéndose de embutidos hasta las cartolas en un bareto de Madrid hace ya muchos años. Una yanki preguntaba insistemente de qué estaba hecha la morcilla de Burgos que estaba engullendo glotonamente. El camarero esquivó cortésmente la pregunta un par de veces pero a la tercera no tuvo escapatoria… Vaya salto que pegamos los que estábamos allí cerca para que nos nos salpicara el vómito que sucedió a la respuesta.

domingo, 13 de abril de 2008

Penalti y expulsión

Al principio estábamos nosotros solos en la sala de espera del ala de maternidad del hopsital. Luego empezaron a llegar más embarazadas a punto de caramelo, con sus parejas y, tras una hora, aquel lugar estaba a punto de explotar, en todos los sentidos de la expresión.

Aparece entonces una muchacha que no creo que pasara de los dieciséis años, también embarazada, con evidentes signos de dolor, seguida de su noviete adolescente y la suegra. El chaval no sabía muy bien lo que hacer – como el resto de los varones que allí nos congregábamos, pero a él se le notaba más – y su mirada huía de todos aquellos que le acribillábamos con curiosidad. La suegra tenía cara de mala hostia y llevaba la voz cantante, como no podía ser de otra manera.

“Vaya penalti, criatura - pensé para mis adentros. Penalti y expulsión.” Lo que pasa por los calentones y las prisas que dirían los más amables, o por los beneficios sociales y las facilidades de acceso a la vivienda para los más desamparados, que dirían los más cínicos.

No sé porqué me sorprendí ya que el Reino Unido disfruta de la tasa de embarazo adolescente más alta de Europa Occidental (el doble que la de España, por cierto, aunque la mitad de la de EE.UU). Pasé trabajando cinco años en Bracknell (Berkshire), una ciudad notoria por la cantidad de jovencitas que, mientras sujetan el cigarillo con una mano y hablan por el móvil con la otra, empujan sus carritos de bebé con su bombo de siete meses. Vaya angelitos.

Al día siguiente, pululaba por los pasillos del hospital matando el tiempo cuando oigo detrás mío un “Eh, colega!”. Giro y, para mi sorpresa, era el el tímido zagal de la sala de espera. “Has tenido ya el bebé?” me pregunta y sin esperar respuesta se abalanza emocionado sobre mí y dice: “el nuestro acaba de nacer hace media hora”. Me da un medio abrazo sentido en una inusitada muestra de afecto británico y se despide diciendo “Suerte, colega”.

Aprovecha este rato de euforia, colega, porque en cuanto se te pase el subidón la suegra te va a poner firme.

domingo, 6 de abril de 2008

Pequeños dictadores

Más que un babero necesitaría una fregona para ocultar mi satisfacción paterna. La criatura de la foto está está dictando cuales son ahora las prioridades. Mira que apenas hace algo (nada, mejor dicho) pero el día parece que no tiene suficientes horas.

Prometo no dar (mucho) el coñazo con historias de bebé aunque, en el corto plazo, no voy a poder resistirme a relatar algunos capitulillos de mi estancia hospitalaria que daban bastante juego. Les iré contando poco a poco.

sábado, 29 de marzo de 2008

Solidaridad hospitalaria

Es muy español esto de pasar las horas muertas en un hospital. A más de uno le sonará familiar la estampa de ese allegado ingresado por unos días y todo el elenco de familiares, amigos, vecinos y otros pegaos dándose relevos para no dejar solo al enfermo ni un minuto, pasando la noche en vela en una butaca incómoda, “no vaya a ser que necesite algo”. Para nada, con más frecuencia que no, porque para eso están las enfermeras y demás plantilla sanitaria. Dirán que el uso de tanto tiempo y esfuerzo humano es improductivo pero la compañía reconforta, las relaciones se estrechan y “hoy por ti, manaña por mí”.

Esto contrasta con la experiencia del enfermo anglosajón. Les cuento el caso de una familia británica amiga que me impactó especialmente y que ilustra bien las diferencias entre una sociedad y otra, con la confianza que da una muestra de una familia entre veintitrés millones.

Chris es un apreciado ex-compañero de trabajo, inglés, padre de una familia encantadora e hijo y nuero de dos familias muy “normales” y típicas en el país. Su mujer dió a luz su segundo vástago y el el parto fue horrorosamente mal. Ella acabó en la unidad de cuidados intensivos y el bebé fue trasladado a un hospital infantil a dos horas de distancia.

Comprenderán que el hombre pasó los peores días de su vida. Acompañó a su esposa en su recuperación mientras que su recién nacida hija pasó varios días sin tener una sola visita en el otro hospital. Yo asistía atónito a su relato, una vez que todo pasó a ser un mal trago, y no podía evitar preguntarme una y otra vez: “Y los padres y suegros (todos jubilados)? Y los hermanos? Y los amigos de siempre? Y los vecinos? Dónde estaban todos?”.

viernes, 28 de marzo de 2008

Yo no he sido

Que no, que el de la foto no soy yo. Uno es vanidoso pero no tanto.

Notaba un aumento de tráfico en la bitácora y acabo de caer en la cuenta que más de un despistado internauta esta aterrizando en esta página buscando lo que no hay. Ahora estoy acojonado. Cada vez que suena el telefono pienso que es la BBC.


He leido la noticia un par de veces pero aún ando confundido sobre quién en la pareja se cambió de sexo, quien dejó de tomar las inyecciones y quién lleva los pantalones en casa.

En fin, con suerte la próxima vez que aparezca por aquí ya estaré desembarazado y cambiando pañales a la criatura. En inglés, of cors.

martes, 25 de marzo de 2008

Crónica de la Premiership - jornadas 29, 30 y 31

“Ese carácter latino nos pierde…”

Eso me decía mi estimado Rodolfo, desde Valencia, por mensaje de texto. Estaba viendo lo mismo que yo por televisión: Javier Mascherano acababa de ser expulsado (min. 43) del Manchester United – Liverpool (el R.Madrid–Barca inglés).

Cierto. Lo malo del carácter latino apareció cuando la ocasión menos lo merecía: la actitud chulesca (Mascherano), el tembleque de piernas (Torres, Arbeloa, Fabio Aurelio) o de manos (vaya día, Reina) y el derrotismo del jefe (Benitez, Benitez, Benitez).

Dos días más tarde y Mascherano aún no sabe porqué lo expulsaron, lo que resulta preocupante porque los argentinos no tienen un pelo de tontos y este lo es o se lo está haciendo. Ya me jode dar la razón al amarillento tabloide The Sun, pero su artículo es un fiel reflejo de lo que todos vimos y muchos pensamos.

En fin, el Manchester United se lleva el título que el Arsenal está dejando escapar, mientras que el Chelsea se va a quedar con las ganas por segundo año consecutivo. Del Liverpool mejor no seguir hablando

Se ganan el cielo
- Zárate, argentino en el Birmingham, estrenó su cuenta goleadora contra el Reading aunque terminó en el lado perdedor.

Camino del purgatorio
- José Enrique (Newcastle) y Garrido (Manchester City), ganándose su puesto de titular
- Wilson Palacios, expulsado, en la derrota de su equipo (Blackburn 3 – Wigan 1)

Miran al infierno
- Iván Campo, otra diva más en el sobrepoblado universo de futbolistas arrogantes, quien salió echando pestes del entrenador cuando fue sustituido.
- El Liverpool entero, encabezado por su terrier argentino.


De la clasificación, mejor no hablo. Esta crónica de tres jornadas en una da muestra de mi fidelidad y hastío por la Armada.

- Posición de la Armada en la liga de la empresa (50 equipos): 45º (tres jornadas antes: 41º)
- Posición de la Armada en la liga del Daily Telegraph (300.000 equipos): 195.000.

Manchester United 3 - Liverpool 0

viernes, 21 de marzo de 2008

Locos de remate

Les contaba hace poco cómo discurría el juicio del siglo y obvié mencionar el juicio del año que acaba de dirimirse esta semana. Paul McCartney vs Heather Mills : historia de un divorcio anunciado. Los periódicos están que echan humo y toda una nación clama contra el malo de la película. La mala, en este caso. Siento llevar la contraria a 61 millones de británicos pero mis simpatías recaen sobre la parte más indefensa. Las mujeres y los niños primero.

No hace falta que presente a (Sir) Paul McCartney. Una vez le pillaron con sus amigachos músicos cruzando un paso de cebra en Londres y de allí al olimpo de los dioses. Carita de ángel de día, insoportable de noche. Su mujer, encarnizada vegetariana, murió de cáncer y el pobre Paul sufría su viudedad en la soledad de la fama. Los ricos también lloran.

Un día apareció una hermosa princesa en su vida. Vocífera activista de organizaciones de caridad, ex-modelo que gasta una pierna de menos debido a un accidente de coche. Dicen las malas lenguas que en su juventud había ejercido de señorita de companía. No hay porqué avergonzarse, que todo el mundo tiene un muerto en el armario aunque en el suyo parece ser que cabían muchos.

Los tortolitos se casaron, comieron perdices, fueron felices y engendraron una vástaga. Sin embargo el viento cambió de dirección, la relación se tornó agria, el Paul le cambió las cerraduras de casa, la prensa empezó a sacar la ropa sucia, se retaron a través de los abogados más caros y fueron incapaces de llegar a un divorcio amistoso. Mientras tanto, todo un país y sus inmigrantes siguiendo los dimes y diretes del caso como si de una telenovela venezolana se tratara.

El tema llega al juzgado. La Heather dice que el Paul tiene una fortuna de 800 millones de libras (1.200 millones de euros) y que ella quiere 120 millones p’ salir p’lante. No sé dónde debe comprar el pan esta mujer. Además despide a sus abogados que le están costando un ojo de la cara (lo de la pierna sucedió antes) y decide representarse a sí misma. La mujer caminará con una protésis de plástico pero no me negarán que no tiene dos cojones.

En fin, el juez acaba de dictar sentencia y dice que Pablito Beatles “sólo” vale 400 millones de libras y que a la rapaz de su ex-mujer “sólo” le corresponden 24, millón arriba, millón abajo. Además el juez la define “ridícula”, “inconsistente” y “nada razonable”; eufemismos que se traducen del inglés al castellano popular por “loca mentirosa”. No me negarán que esto no es justicia con mayúsculas.

Pero esto no es todo. La Mills sale del juicio jubilante, la rodean doscientos periodistas y, en vez de sacar un papelito del bolsillo y leer un comunicado inocuo como hace todo el mundo en estos casos, empiezan a salir culebras de aquella boquita dando cera al tocapianos de su ex y a todo bicho viviente.

A estas horas seguro que está llamando a Sarah Ferguson y Paul Burrell, entre otros, para entrar en el circuito americano de conferencias.

martes, 18 de marzo de 2008

El saber no ocupa lugar

Rehusé la invitación educadamente. Unas treinta almas del departamento habían organizado una “quiz night” en un pub cercano donde el jefe supremo, agradecido por nuestro abnegada dedicación, había dejado la cuenta pagada. Soborno, lo llamarían en otras latitudes.

No es que me disgustara el plan pero tampoco era cuestión de recibir una llamada de auxilio de mi media naranja en medio del jolgorio para acabar jaleando a la parturienta en el hospital con una copa de más en un momento tan señalado. Sentido común, que dirían unos. Calzonazos, que susurrarían otros.

Un quiz es un concurso sobre conocimientos de cuestiones generales. La concurrencia del pub se distribuye en grupos se paga una o dos libras por cabeza, alguien lee las preguntas micrófono en mano y cada equipo rellene su hojita con las respuestas. Cuando terminan las preguntas, se intercambian las hojas, el del pub lee las respuestas y los equipos se corrigen los unos a los otros. Por supuesto, nadie hace trampas. Fair play. Qué gran civiilización. Los premios suelen ser una cantidad pequeña en metálico, una caja de vino o similar.

Con razón los concursos televisivos como “Quién quiere ser millonario” (Who wants to be a millionaire) o “El rival más débil” (The weakest link) son muy populares en el Reino Unido. Los quizes son un pasatiempo británico por excelencia y la gente hace gala de lo leida e ilustrada que es. Digo yo que el Trivial Pursuit, la variante de juego de mesa, es el producto intermedio entre lo del pub y lo que vemos en la tele.

Las preguntas son del estilo: “Quién fue el primer alcalde negro de Londres?”, “Cuál era el nombre del primer submarino ruso abatido en la Segunda Guerra Mundial?” o “Cuántas hamburguesas se pueden hacer con un caballo?”. Las discusiones entre pregunta y pregunta discurren en voz baja y hay cierto recelo entre los equipos. Doy fe que la gente se toma muy en serio estos concursos, que más de una vez algún españolito despistado, hastiado de su propia ignorancia, ha intentado boicotear el concurso con graciosos comentarios en voz alta ante las furiosas miradas de los presentes y veladas amenazas a su integridad física.

Yo he participado en algunas de estas “quiz nights” porque sucedía que estaba en el pub en el momento de su celebración, más que por acudir expresamente a su concurso. Recuerdo con orgullo mi introducción a esta competición olímpica.

Estaba leyendo el periódico en un pub en Edinburgo, despues de un soporífero día de trabajo, cuando se aproximó el landlord del pub y me preguntó si quiería unirme a un grupo para participar en el quiz de aquella noche. Por qué no, me dije. Media hora más tarde me estaba arrepintiendo de tal precipitada decisión.

El fuerte acento escocés que no entendía y mis escasos conocimientos de la historia y actualidad local fueron minando mi interés por el jueguecito intelectual. Así que, a medida que trasncurría el concurso, yo me abandonaba a las pintas de cerveza y dibujaba esa sonrisa tan común en aquellos que intentan disimular que no se están enterando de qué va la misa la media y que parecen que están puestos allí por el ayuntamiento, como las farolas.

Por fin terminó el turno de preguntas, y tras el recuento de las respuestas, mi equipo había conseguido el primer puesto empatado con otro equipo. Habría una pregunta más para dirimir el desempate. Qué emoción.

La pregunta que resonó por los altavaces del pub fue: “Qué cantante español de éxito internacional fue portero del club de fútbol del Real Madrid?" Después del desconcierto inicial, las miradas de mi equipo se posaron en mí, mientras la mía, ebria, seguía fijada en las lucecitas de una máquina tragaperras tan aburrido que estaba de aquel coñazo.

Ganamos el concurso y, en consecuencia, el primer premio: una caja con treinta y seis botellas de cerveza. Recuerdo que me metieron media docena de estas en los bolsillos del abrigo y me enfilaron en dirección a casa, no fuera a ser que no acertara con el camino. Parecía una vaca suiza. Por el tintineo de los vidrios, se entiende.

sábado, 15 de marzo de 2008

Piña colada sin alcohol

Lo bueno de atender no uno sino dos cursos sobre “cómo sentirse útil antes y durante el parto sin aburrirse en el intento” es que he aprendido los permoneros del asunto desde dos ángulos distintos: los preparativos pijos y los preparativos del vulgo.

Digo preparativos pijos porque cuando uno paga por doce horas de instrucción de vuelo embarazado, lo que obtiene a cambio son magdalenas, zumo y café gratis, parejas profesionales de buen rollete como compañía y una comadrona-profesora rubia y comprensiva que ensalza las virtudes del parto “activo” y la implicación de la parte masculina durante todo el proceso.

Por el contrario, las tres horas gratuitas de enseñanza impartidas en el sistema sanitario público inglés corren a cargo de la descendiente directa de la oronda doncella negra en la película “Lo que el viento se llevó” ante la distraida mirada de varios obreros, un par de tocayos emigrantes ibéricos y algunos desempleados, además de sus señoras, parejas y compañeras. Empezó la sesión con un realista “Para qué nos vamos a engañar, llegado el momento esto os va a doler” acompañado de agua del grifo y útiles consejos como, por ejemplo, dónde aparcar gratis en el parking del hospital o cuál es la cafetería más cercana.

Las magdalenas estaban buenas pero apenas me acuerdo en qué consiste el parto activo. En cambio, aún rememoro con vivo detalle las recomendaciones de la centroafricana, incluida lo bueno que es la piña para tener un buen parto y la anécdota que contaba sobre aquella mujer que llamó al hospital preguntando si podía pelarla porque sospechaba que, de otro modo, se iba hacer daño.

No quiero pensar qué es lo que pensaba hacer con la piña.

jueves, 13 de marzo de 2008

Las vueltas que da la vida

Un amiguete hacía una visita relámpago a Reading hace unos días. Vino a hacer una entrevista de trabajo para un puesto de envergadura en una prestigiosa multinacional.

Da la casualidad de que fue en Reading donde empezó sus andadura internacional seis años con el fin de mejorar su inglés y dar salida a un titulo universitario que era pasaporte de frustación y condiciones laborales precarias en España. Como tantos otros. Con esfuerzo y dedicación fue progresando profesionalmente y acabó dejando estas tierras para emigrar a otras abrazando las oportunidades que se le iban presentando.

Estábamos dando una vuelta por la ciudad, charlando sobre los viejos tiempos, cuando pasamos por un bloque de oficinas y mi amigo recordaba entre risas que allí mismo había empezado su aventura inglesa, responsable de la limpieza del primer piso. También contaba que mientras pasaba el quitapolvos por los escritorios echaba un vistazo a los papeles que había por encima para aprender cómo se redactaba la correspondencia de negocios en inglés.

Este amigo del que hablo me llamó esta tarde para comentarme que le han ofrecido el trabajo al que se presentaba. Olé tus huevos, Juanma.