sábado, 15 de marzo de 2008

Piña colada sin alcohol

Lo bueno de atender no uno sino dos cursos sobre “cómo sentirse útil antes y durante el parto sin aburrirse en el intento” es que he aprendido los permoneros del asunto desde dos ángulos distintos: los preparativos pijos y los preparativos del vulgo.

Digo preparativos pijos porque cuando uno paga por doce horas de instrucción de vuelo embarazado, lo que obtiene a cambio son magdalenas, zumo y café gratis, parejas profesionales de buen rollete como compañía y una comadrona-profesora rubia y comprensiva que ensalza las virtudes del parto “activo” y la implicación de la parte masculina durante todo el proceso.

Por el contrario, las tres horas gratuitas de enseñanza impartidas en el sistema sanitario público inglés corren a cargo de la descendiente directa de la oronda doncella negra en la película “Lo que el viento se llevó” ante la distraida mirada de varios obreros, un par de tocayos emigrantes ibéricos y algunos desempleados, además de sus señoras, parejas y compañeras. Empezó la sesión con un realista “Para qué nos vamos a engañar, llegado el momento esto os va a doler” acompañado de agua del grifo y útiles consejos como, por ejemplo, dónde aparcar gratis en el parking del hospital o cuál es la cafetería más cercana.

Las magdalenas estaban buenas pero apenas me acuerdo en qué consiste el parto activo. En cambio, aún rememoro con vivo detalle las recomendaciones de la centroafricana, incluida lo bueno que es la piña para tener un buen parto y la anécdota que contaba sobre aquella mujer que llamó al hospital preguntando si podía pelarla porque sospechaba que, de otro modo, se iba hacer daño.

No quiero pensar qué es lo que pensaba hacer con la piña.

No hay comentarios: