lunes, 16 de julio de 2007

Castigado por desobediente


Pasamos el fin de semana en Londres para echar una mano al cuñado, quien se está mudando de casa. La mudanza resultó ser light por lo que dedicamos el domingo a explorar la capital a pata.

Como pernoctábamos cerca del palacete de la isabel nos tuvimos que tragar el espectáculo del cambio de guardia, los caballos cagando el pavimento, la muchedumbre alborozada y los bobbies (los policías ingleses) apaciguando a las masas. Imposible hacerse paso entre tanto alborato.

Una hora mas tarde. "Espera, vamos a entrar aquí" . No era una tienda de moda, ni un pub, ni un museo. Era el Arts Theatre, donde se representaban “las 37 obras de Shakespeare en una hora y media”. Esta es la mía, me dije. Aquí mato 37 pájaros de un tiro.

Conseguimos dos butacas a precio de saldo en la sesión matineé, que dirían los finos. Estábamos ubicados en una esquina de la primera fila, allá donde un altavoz maltrataba mi oído derecho, realmente próximos al escenario. Tanto es así que te llegaban los salivazos de los actores si te descuidabas. El espectáculo era muy entretenido. No era teatro clásico sino más bien alternativo. Tres actores parodiaban todas las obras del seikspir buscando la complicidad del público, desde niños hasta adultos con canas.

En un momento dado los actores piden la colaboración de las dos primeras filas. Quieren que levantemos los brazos y los ondeemos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda mientras cantamos “Maybe, maybe not” (quizás, quizás no) con voz de falsete. Allá que se movilizaron las dos filas, todos muy gregarios menos yo, que con los brazos cruzados no me apetecía moverme un ápice. “Y una rábano. Va a mover los bracitos y cantar la tontería su padre”. Craso error.

Terminan los quince segundos de popularidad del vulgo cuando se acerca uno de los actores en mi dirección y dice a voz en grito:
- Vaya, vaya, aquí tenemos un caballero que piensa que esto de mover los brazos y cantar es una tontería.
"Tierra trágame. Pero qué he hecho yo para merecer esto?"
- Pues ahora te levantas y dirigiéndote al público vas a alzar y ondear tus brazos y cantar tú solito “maybe, maybe not”.
- Pero qué cabrones – pensé para mis adentros. Me quedé sentado en la butaca esperando que el temporal amainara, perdiendo tiempo como experto futbolista italiano en el final de un partido trascendente.
- Te estamos esperando – resonaban sus voces impacientes.

Así que allí me pueden imaginar, enfrente de cuatrocientas caras destartaladas de risa, moviendo los brazos en solitario y cantando con vocecilla amariconada “maybe, maybe not” como un auténtico gilipollas. Por listo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se te podrá acusar de otras cosas, pero de gregario no, precisamente. ;-)) Acabo de caer en tu blog, vía Un mundo perplejo y me ha parecido interesante. Volveré a pasarme. Te invito a que visites el mío: Mi no entender, Crónicas perplejas desde La Pérfida Albión.
Un saludo.

Javier dijo...

Gracias por el comentario. Felicidades por tu blog, esta muy currado!
Saludos.