viernes, 17 de agosto de 2007

Por cuenta de la casa

El pub tenía mejor pinta por fuera que por dentro, mezcla de modernidad y tradición. Vitrinas de madera almacenaban cientos de botellas de vino. “Dos pintas de cerveza y una sidra”, le pido a la rubia camarera de cara perdonavidas.

Pago religiosamente, me giro sobre mi mismo, avanzo medio metro y tropiezo solo. La botella de sidra rueda por el suelo y media pinta de cerveza se desparrama. Torpe que es uno. La camarera me mira de reojo en la distancia, detrás de la barra. No es asunto suyo, es mi culpa, debe estar pensando ella. Gracias, cielo, pienso yo.

“Are you okay (estás bien?)”, me preguntan condescendientemente un par de hombres contemplando el desastre desde la distancia. Me encanta el uso de este tipo de expresiones en este país. “I will try my best” es mi preferida. Es la versión educada del español “Ya veremos, pero igual es que no”.

Vuelvo a la barra y pido que me rellenen la mitad del vaso de pinta que he desperdiciado. Lo que más me jodía no era mi exhibición pública de torpeza, sino lo que presentía que venía a continuación, muestra del calor humano anglosajón. “One pound fifty, please” (una libra y media, por favor), rebuzna robóticamente la posadera.

Me preguntaba yo: qué le cuesta a esta mamífera darle un golpecito al grifo de la cerveza, esbozar una sonrisa, intercambiar un “aquí-tiene, qué-le-doy, no-se-preocupe, muchas-gracias , no-hay-de-qué” y aquí paz y después gloria?

Siendo regular de algunas cafeterías y muchos pubs en este santo país, recuerdo que me hayan invitado una vez solamente. Resultó ser un camarero de Granada, quien me servió un capuccino y dijo por sorpresa: “Este va por cuenta de la casa”. A tu salud, maestro.

Es este el tipo de cosas que uno realmente echa de menos.

No hay comentarios: