jueves, 22 de noviembre de 2007

Tocándome la gaita

Hay problemas técnicos y la reunión se va a demorar un rato. Los colegas están matando el tiempo charloteando de fútbol y un escocés es el blanco del pitorreo educado. El escocés entra al trapo con valentía y salero pero, en la desesperación de la derrota a manos de la selección italiana, empieza a escudarse en la mala actuación árbitro. Razón no le falta pero decidido no hacerme presente en cuerpo o alma, que el árbitro era español y casi lo tuvieron que sacar en helicóptero del campo de juego, para evitar que le dieran el “Glasgow kiss”.

Con un “maldito español” (Bloody Spaniard), acaba una frase. Entonces se hace un silencio en la salita, las miradas se posan de soslayo sobre mí y el escocés se da cuenta que además de parecer un bocazas, ejerce como tal.

Esto de trabajar en el primer mundo tiene sus ventajas. Y una de ellas es que si tuviera mala baba podría hacer que empalaran al de la faldita y la gaita citando la octava enmienda a la discriminación en el trabajo por sexo, edad, religion, el color de la piel o la etnia, esta última ,en mi caso: “Blanco–otros” (“otros” somos los no británicos o irlandeses), según el censo demográfico que relleno cada cierto tiempo como buen ciudadano.

También me podría tomar dos meses de baja laboral por el impacto psicológico de la afrenta y acabaría aceptando una compensación económica por el daño causado. Por chorradas menores han caido aquí ministros.

“Ya lo siento, no quería ofender” – suplica el fiera reculando.
“No problem – respondo haciéndome el despistado. En qué parte de Inglaterra dices que está Escocia?”

A que jode?, me faltó añadir.

No hay comentarios: