viernes, 9 de noviembre de 2007

La abuela vudú

Llego a la oficina y me reciben con un: “Qué bufanda más bonita vistes”. Es un regalo de una de mis abuelas políticas, respondo, y sin esperar réplica alguna empiezo a contarles la historia de la bufanda.

Mal y mal. Dos veces mal! Cualquier novato en temas anglosajones sabe que estos nativos saludan con una pregunta pero eso no quiere decir que te lo estén preguntando de verdad. El ejemplo más manido es cuando te encuentran y preguntan: How are you? (Cómo estas?), que es una forma de sacudir la cabeza y reconocer tu presencia. Más de un extranjero se ha parado para contárles sus penas para a continuación comprobar que el sujeto ya ha dado la vuelta a la esquina.

Y mal también porque les mentas la abuela política, para ellos una institución similar al Yeti o al monstruo del Lago Ness: han oido hablar de ellos pero nunca los han visto con sus propios ojos. Si muchos de ellos no tienen madre, aún menos saben de su abuela y absolutamente nada de su oponente política.

Una de mis dos abuelas políticas es profesora aún en activo, profesional del microondas, octagenaria internauta -me suele enviar ficheros con humor inapropiado para menores de edad-, escucha la BBC con un conocimiento del inglés carcomido, tiene más arranque que un miura y, en su última visita a Londres, atentó a cabezazos contra una maqueta sita en la entrada de la National Portrait Gallery. Dicen que tropezó bajando las escaleras aunque yo sospecho que ella reclamaba las Malvinas. La maqueta quedó intacta, gracias por preguntar.

Les cuento también que de la misma forma que la anciana señora cuida del abrigo de mi cuerdas vocales, quizá agradecida por haberme enchufado a la nieta fuera de garantía, yo siento que mi integridad física está continuamente en el candelero. Son todo parabienes hasta que llegue el día donde yo meta la pata. Entonces, susurro a mis colegas, ella buscará entre sus álbumes, sacará las tijeras de coser y empezará a recortar mi cabeza de todas las fotografías donde yo aparezco. La María Antonieta seguramente tuvo un descabezamiento más digno.

Por el momento, tengo el pescuezo calentito y a buen recaudo, pero mejor sea que no baje la guardia. Por la cuenta que me trae.

3 comentarios:

Sebastian Ybarra dijo...

ui, ui, ui.. te empiezas a arriesgar ya... como lo lea tu abuela politica...

Javier dijo...

Siento cierto dolor en el cuello...

Anónimo dijo...

¿Cómo se hace eso de no tener abuela política?, no me dirás que tampoco tienen madre política!!! Ese invento hay que traerlo pa España.
JORGE