viernes, 16 de noviembre de 2007

Un brindis prenatal

Los medios de comunicación ingleses se hacen eco de la publicación de un estudio que asegura que los embarazados (y embarazadas, todo sea por la igualdad de género) podemos coger una cogorza de vez en cuando sin temor a que la criatura nos salga mareada.

Así que vengo ahora mismito del Tesco, la cadena de hipermercados líder en este país, de comprar un vino para ayudar al embarazo. Por prescripción médica, se entiende.

Contrariamente a lo que sugiere el mencionado estudio, el médico me ha asegurado que no puedo consumir alcohol durante la gestación. Bueno, poder, lo que se dice poder, puedo… pero no debo. Bajo ninguna circunstancia? le pegunto ansioso. Solamente hay un momento donde se aconseja beber alcohol durante el embarazo, se corrige el galeno: cuando esté a punto de dar a luz, para relajar el cuerpo y así facilitar las contracciones. Ya puedes ir eligiendo la añada, me apresura. Tiempo me ha faltado para ir de compras a la vinoteca.

En estos casos siempre recuerdo la anécdota de aquel de mi pueblo que fue a sacarse una muela. Tumbado en la silla, con la boca abierta, escuchó el sonido del taladro y entonces le agarró al dentista de los huevos y le dijo mirándole a los ojos: “a qué no nos vamos a hacer daño?”

Pues en el paritorio, pasará lo mismo. Paseaba por el supermercado y entre tanta oferta vinícola me he decidido por un tinto búlgaro. Dudo de su calidad, pero la botella tiene el cuello largo… para asiarla con más facilidad en caso de que la epdidural falle y entre contracción y contracción tenga que amenazar con atizar al doctor o la comadrona de turno: “a que no nos vamos a hacer daño?”

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