martes, 7 de noviembre de 2006

Como oveja trasquilada

Entre otras cosas, me joden las visitas al peluquero y al dentista. Aqui mas; me despiertan ansiedad linguistica. A los primeros no les entiendo con su acento de lector del The Sun - yo les digo que yes a todo y luego que salga el sol por donde dios quiera. De los segundos no comprendo la jerga que utilizan – ahi me callo y rezo.
Las peluquerias ya no son lo que eran. O al menos las que yo voy. Parecen McDonald’s de corte rapido. He pasado por una hace poco. ‘Corto por aqui, no tan corto por alla’ la digo con desconfianza. Saca la afeitadora industrial, le pone la cuchilla del 4 y me trasquila media cabeza. Las tijeras ni tocarlas. Cambia la cuchilla por la del 7 y ataca la otra mitad. Y las tijeras? Se pone de puntillas, baja que es ella, y asoman el ombligo cosido a piercings y la cabeza de dragon tatuada donde la espalda pierde su noble nombre. Dos minutos despues y quince euros menos (tarifa de estudiante!), parezco un cordero camino del matadero, como los de
Pancorbo, pueblo ovejero de donde es natural mi padre.
Aun recuerdo con nostalgia aquel corte de pelo en Rio de Janeiro. Cuarenta minutos del ala, tijera en mano, orgullo profesional y rictus de quien tiene la satisfaccion del trabajo bien hecho. Lo mismo en Buenos Aires, a tijeretazo limpio, aunque con ligero ceño fruncido, como si fuese culpa mia que sus abuelos leoneses hubieran decidido saltar el charco y los mios se quedaran en Castilla.

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