viernes, 10 de noviembre de 2006

Maquinando

Sale un compañero contrariado de una reunion, jurando en hebreo. Un paisano parece que le tiene atravesado y no le da tregua. Tranquilo, mate, le digo, que yo te puedo echar una mano porque los españoles en otras cosas no, pero en esto de joder al projimo somos lideres mundiales. Una historia de 3000 años nos avala. Él asiente semiagradecido y nos vamos a la cantina, que es el lugar donde se maquinan todas las intrigas en esta empresa. Trae hasta cuaderno y boligrafo.
  • Primer paso. Confundele el nombre. Esto es universal y no falla nunca. No hay cosa que mas moleste que te llamen por un nombre diferente al tuyo. Aun más si es en publico y repetidas veces. “As John says …”, “I’m sorry, it’s Peter”, “Sorry Peter” y dos minutos mas tarde le vuelves a llamar John. Lo sacas de quicio poco a poco.
  • Segundo paso. Interrumpele constantemente, con buen talante, y cuando no le interrumpes, lo ignoras, ponte a leer. Cuando notas que está hasta los mismisimos y su tono se vuelve aspero le reprendes: “vamos a tratar este tema profesionalmente, no tiene sentido incluir discrepancias personales en este debate”. Esto les enoja mucho, que suelen darselas de “fair play”.
  • Tercer paso. Tocale. Esto desconcierta mucho al ingles, que no esta acostumbrado al sobeteo social salvo que sea en un estadio de futbol. Si lo tienes al lado, agarrele un brazo y meneaselo, como hacen las tias-abuelas coñazos. Luego unas palmaditas. El ingles se sube por las paredes, fijo. La reunion termina y le frotas la espalda amistosamente. A esas alturas ya le estara saliendo humo por las orejas, sentencio ufano.
El compañero asiste atonito a mi soliloquio. Que mala leche gastan estos españoles, debe pensar.

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