lunes, 4 de junio de 2007

Pastor de cisnes

Ya lo dice el refranero: “nunca digas de este agua no beberé” o “este cura no es mi padre”. Por la boca muere el pez y a mí me han salido escamas. Les cuento.

Sábado vespertino, temperatura agradable, viento de cola. Tranquilo paseo por la ribera del Támesis en la agradable compañía de Eduardo y Noelia, hablando de lo de siempre: que cómo están las hipotecas, que vaya con el desempleo, que si Margaret Thatcher levantara la cabeza, y esas cosas. Nos abrimos paso entre docenas de arrogantes cisnes reales y yo les miro de reojo, habiéndoles jurado odio eterno semanas atrás.

Vaya por Dios. Mi media naranja observa que uno se arrastra malamente, desangrándose a lo Paquirri. Que hacemos? nos preguntamos con la mirada. Una de dos, o que le jodan al cisne o que el cisne nos joda el sábado. En fin, toca hacer la buena acción del día. Esto me pasa por haber ido a un colegio de curas. Llamamos al teléfono de ayuda al cisne. No es broma, un cartelito explica que aquello es una especie de cisnelandia y ofrece un contacto de emergencia. Hay que joderse.

“Mire Vd. señorita, perdone que le moleste a estas horas del sábado pero hay un cisne al que le quedan dos telediarios como no venga un doctor de cisnes”. Mientras tanto, el ánade sigue arrastrándose en dirección al agua a duras penas y no nos atrevemos a cortarle el paso, no vaya a ser que el animalito muera matando, que como dicen en los ruedos, “hasta el rabo, todo es toro”. En eso aparece un ciclista y nos ordena que vigilemos al animalito, no vaya a ser que acabe en el río y luego no podamos identificarle entre tantos. Vaya, éramos pocos y parió la abuela. Un ciclista listillo. Lo que nos faltaba. Vete a doparte al Tour de Francia.

No pasaron cinco minutos de nuestra llamada cuando una rubia madurita aparece de la nada, pregunta por el cisne, lo agarra del pescuezo con una mano, lo asía de las patas con la otra y se lo lleva entre sus brazos como si fuera un saco de patatas. “Un favor más”, nos pide entre infinitos agradecimientos. Joder, a ver si ahora vamos a ser la madre teresa de los putos cisnes, pienso. “Los cisnes tendrían que estar en el río a estas horas del día pero alguien se dejó aquella compuerta abierta, con lo que corren el riesgo de acabar en la carretera y ser atropellados. Podríais reconducirlos hasta el agua?”

Y allí nos ven, yo con cara de gilipollas, velando por las criaturas y achuchandolas para que alcanzaran el agua.


No quería taza? Pues toma taza y media.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Javi, muy buena la historia. Ya puestos podiais haber organizado una quedada en la High Street...mision "Save the Swan"