Ya he comentado en más de una ocasión la especial satisfacción que uno obtiene cuando un compatriota, en cualquier campo, cosecha reconocimiento y triunfos en el extranjero. Llámese Enrique Iglesias, Antonio Banderas o Javier Solana. De la misma forma, cuando un españolito va de pirómano por estos mundos de dios, flaco favor se hace a sí mismo y a la imagen del país y de sus paisanos. Esto me lleva a hablar del dos veces campeón de Formula 1, Fernando Alonso, ahora que, como el hijo pródigo, vuelve a casa por Navidad y a los mimos de aquellos de los que también despotricó tiempo atrás.
No entro en el plano deportivo de esta historia, que de sobra ha sido contada de forma apasionada en la prensa española, con inaudita paciencia en la británica y supongo que con incredulidad en el resto del globo. Además, qué se yo de Fórmula 1 si hasta hace poco pensaba que la telemetría era un baile griego y que la gasolina te la servían a temperatura ambiente.
El joven talento asturiano me parece a mí que es como ese vecino que un día se muestra muy simpático y dicharachero y otro día no te da los buenos días y te cierra la puerta del ascensor en las narices. De un doble campeón del mundo, con el esfuerzo que le ha tenido que costar, se espera un poco más de clase en su conducta y de generosidad y respeto hacia la profesión y sus colegas. Que es mundillo de tiburones? Peor están aquellos que friegan escaleras, entre otros muchos.
La conducta de Fernando Alonso me hace recordar a aquella del típico apto pero zafio y listillo asalariado español, que no para de joder en la fábrica o en la oficina y que uno nunca acaba de entender porqué nadie tiene el valor de darle una patada en el culo y mandarle a la puñetera calle.
He revisado los Siete Pecados Capitales (lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia) para aplicarlos al paisano y, de paso, a cierta parte de la masa laboral patria. A saber:
1. Inquina: sentido de la persecución. “Me tienen manía”, “no me siento en casa”.
2. Envidia: “Él (Lewis Hamilton) no se lo merece”
3. Soberbia: “Yo me lo merezco”
4. Ingratitud: “Nadie me ha ayudado nunca” (dicho una y otra vez cada temporada, gane o pierda)
5. Culpabilidad (o exención de la misma): “Yo no tengo la culpa”. Seremos un país aconfesional pero el tema católico lo llevamos inyectado en vena y siempre estamos buscando culpables
6. Intransigencia: “No tienen ni puta idea”
7. Resentimiento: “Os lo dije”. La satisfacción por ver la desgracia en el vecino. De todos los males, el menor: ganó el finlandés y el champán se quedó en la nevera “por su culpa, porque no tienen ni puta idea, porque no se lo merecen, porque me tienen manía y porque yo lo habría ganado si me hubieran ayudado”.
En fin, fernandito, no sé si ya habrás escrito la carta a los Reyes Magos pero, si aún estás a tiempo, pide la Barbie Quejica, campeón.
sábado, 15 de diciembre de 2007
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Todas las mañanas abro el correo electrónico deseoso de leer las peripecias de mi buen amigo Javi. De lo curioso de su embarazo... y de cómo es la vida a más de 1000 kilómetros de casa.
Muchos de los temas que toca no los conozco y su visión desenfadada y divertida de la vida me hacen disfrutar un rato en mi aburrida y monótona vida en Valladolid.
Sómos carne de periodismo. Si Javi estuviera viviendo aquí... No pensaría lo mismo.
No somos nadie!
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