viernes, 8 de diciembre de 2006

Corazon partio

He perdido la cuenta de cuantas pintas llevamos. Entramos en el O’Neils, pub irlandés de la cadena del mismo nombre. Música en directo al fondo. Terry - 46 años, irlandés soltero, conductor de tren – me invita a un trago. Empiezan a aflorar las miserias humanas.
- Hace 8 años tuve una novia española en Shefield. Ella tenía 19 por entonces. No sé que vio en mí, aunque dicen que me parezco a Mel Gibson. Era una chica fantástica. Se llamaba Raquel. Venía de un sitio que empezaba por ‘A’.

No doy crédito a mis oídos. Para más coña el tipo parece haber callado con la esperanza de que le recite los nombres de todos los municipios de España que empiezan por ‘A’, a ver si le suena alguno. Decido ignorarlo.
- Cuando lo dejamos me escribió una carta en español. Debía sentirse más cómoda expresándose en su idioma natal – afirma comprensivo. “Lo que pasa es que era una vaga de siete suelas”, pensaba yo.
- Nunca supe lo que decía. Tú me la traducerías?
- Por dios, faltaba más. Un día coincidimos en la estación y te la traduzco.

Se mete la mano al bolsillo interior de su cazadora y saca un folio arrugado en mil pliegues.
- Empieza – me apresura.

“La madre que parió al maquinista”, no acierto a contener en castellano. El resto del grupo se acerca curioso; la manada de hienas huele sangre. Se apropian de la carta, un folio a doble cara escrito con caligrafía de colegio privado de monjas. No entienden de qué va el asunto. La carta acaba de nuevo en mis manos. La escaneo en dos segundos y, joder, es bastante personal. La misiva se origina en Aranjuez.
- Qué dice? – pregunta ansioso el de la Renfe.
- Es personal. Te lo digo a solas.
- No importa. Somos todos colegas, no? Tradúcelo aquí y ahora.
“Tú cuántos años dices que tienes?” me contengo la provocación. Traduzco entonces al inglés con las limitaciones propias del artista, la ingestión alcohólica y la oscuridad del local.
- “He descubierto lo que es el verdadero amor….”, “Nunca nadie me ha hecho tan feliz….”, “Presiento que la distancia sera insalvable…”
- Te lo estás inventando todo – me acusa uno.
- Tradúcelo tú, listo (smart arse).

Al Terry se le caen las lágrimas a borbotones en un sollozo silencioso. El capitán del equipo le da un abrazo. El resto se congrega esperando su turno. Parece la escena de la histérica de “Aterriza como puedas” pero sin hostias de por medio. La gente de alrededor asiste atónita a la situación. Alguno me mira mal pensando que yo soy el culpable. Pero a mí quién me manda meterme en un equipo de fútbol a estas alturas de la vida?

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