lunes, 4 de diciembre de 2006

Culturizado

Fin de semana cultural, que ya tocaba. Este sábado, nuestros huesos acabaron en la National Gallery para hacer los honores a una exposición de la obra del pintor Diego Velázquez bajo el patrocinio del Banco Santander (Abbey, traducido al inglés). Porque yo no habré pisado el Museo del Prado en mis diez años de estancia en Madrid, pero basta que un compatriota sea famoso en el extranjero como para que nos dejemos el culo por verle a él, vivo o muerto.

La entrada costaba £12 (€18) del ala o, en otras palabras, el equivalante a cuatro pintas en un pub de moda. Llegué con el DNI en la boca pero no obtuvimos un mísero descuento ni por defender la misma bandera, ni por haber vivido en la madrileña calle que tiene su nombre prestado, ni por haber tenido cuenta corriente en el banco mecenas.

Tal era la concurrencia que nos dieron turno de entrada para al cabo de tres horas. Nunca he visto tantos españoles juntos. Aquello estaba lleno de españoles, con cara de españoles y tonos de móviles españoles. “Coge el telefono, tararirarí, coño, coge el telefono” se oía cantar uno, entre los retratos de Felipe IV y el Conde de Olivares.

Tardé una hora en ver los 45 cuadros, lo que da un promedio de un minuto veinte segundos por estampita, incluido el tiempo necesario para leer su descripción en el folleto y para admirar el marco. Y la exposición? Bien, gracias.

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