lunes, 8 de enero de 2007

Atención al cliente

Dicen que los ingleses no son propensos a quejarse cuando se les dispensa un mal servicio o productos defectuosos. Yo creo más bien que es lo contrario y prueba de ello es que, en general, los servicios de reclamaciones, post-venta, etc. funcionan bastante bien en este país. Como muestra, varios botones.

Acabo de presentar una queja ante el servicio de atención al cliente de una empresa de productos electrónicos y todo han sido facilidades. Hace unas semanas, encontramos una minúscula piedra – nada grave - en una porción de comida envasada y nos devolvieron tres veces el importe que pagamos. En otra ocasión, los restos de una pegatina de una estantería en una tienda de bricolaje se adhirieron a mi chaqueta y sin mayor dilación se ofrecieron a pagar por ella si la tintorería no hubiera logrado quitar la mancha a su coste. En cualquiera de los casos no hubo la más mínima duda sobre oscuras segundas intenciones. (Los cínicos dirán que ese coste ya está incorporado en el precio).

Recuerdo mi primera visita a los EE.UU. hace más de ocho años, cuando comprobaba cómo se podía comprar el periódico y dejar unas monedas sin supervisión alguna o como uno, en el supermercado, podía beber o comer de su compra sin haber pasado aún por caja y sin tener que aguantar la mirada inquisitoria de cualquier asistente; se da por hecho que luego pagarás lo que has comido o bebido. Las compras, por cierto, se pueden pagar con cheque porque a nadie se le pasa por la cabeza que lo hagas y no tengas fondos. Y si es así, la policía va inmediatamente a tu casa para detenerte. El sistema está basado en la confianza.

Supongo que estas y aquellas confianzas irán calando poco a poco en esta España nuestra y del
lazarillo de Tormes.

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