miércoles, 10 de enero de 2007

El justiciero de la cinta transportadora

Creo que esto de ser cada vez mayor le acorta a uno la paciencia y se vuelve un poco más intransigente con algunos comportamientos sociales. Después de esquivar al enésimo viandante esta mañana, repasaba mentalmente aquellas situaciones que como peatón me resultan más insidiosas. Y fastidian especialmente aquellos que:

  • bajan o suben por el medio de una escalera sin dejar pasar a izquierda o derecha;
    caminan erráticos en círculo mientras hablan por el móvil;
  • se paran de repente en medio de una puerta bloqueando tu paso;
  • circulan en bicicleta por la acera;
  • caminan hacia atrás sin mirar;
  • te dicen “sorry” (perdón) cuando te han jodido a propósito;
  • no guardan la cola sino que se ponen paralelo, como el primero de una fila imaginaria (su fila) para ver si se cuelan.

Pero uno de las cosas que más jode, y con los años se ha vuelto peor, es la gente que se apiña en torno a la cinta transportadora de equipajes de un aeropuerto y no te deja ni ver ni recoger tu maleta. Qué poco cuesta mantenerse alejado un par de pasos de la cinta y cuando pasa tu maleta, te acercas, la retiras y te vas. Pues no. Cincuenta almas se pegan magnéticamente a la cinta como si de un río cargado de oro se tratara.

Tanto es así que que ya he depurado una técnica guerrillera para ajusticiar a los más abusones. El procedimiento es el siguiente. Te ubicas en la distancia para avistar la salida de tu maleta y elegir el individuo o grupo objetivo. Cuando tu maleta aparece, te haces camino entre la muchedumbre, te colocas junto al blanco, agarras con fuerza tu maleta de 25 kilos – chorizos y salchichones incluidos - y la blandes como si de lanzamiento de martillo olímpico se tratara. Con el movimiento giratorio te llevas por delante las rodillas de aquellos que se encuentran en un radio de metro y medio (la longitud de tu brazo más la altura de la maleta). Es entonces cuando dices “sorry” que en español se traduciría como “ajo y agua” (a joderse y a aguantarse) y te marchas convencido de que los damnificados no se acercarán tanto a la cinta la próxima vez.

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