jueves, 31 de mayo de 2007

Mirandose el ombligo

Hay un sentimiento general por estos lares de que la justicia británica es ejemplar y el modelo policial es muy efectivo. Así lo he contado en alguna otra ocasión. Es por esto que las actuaciones judiciales y policiales en otros países son con frecuencias vistas con recelo, como si no estuviesen a la altura de los estándares que aquí se presumen. La comparación es cuando menos arrogante y últimamente está resultando irritante. Voy al grano.

Muchos sabrán de la desaparición de una niña escocesa de cuatro años en el sur de Portugal, quien fue abducida mientras dormía a escasa distancia de donde cenaban sus padres. La publicidad de este caso ha tomado dimensión internacional (europea, al menos). La policía portuguesa está a cargo de la operación y, después de lo que parecen tres semanas de infructuosas pesquisas, se han levantado las primeras críticas a su actuación en la prensa inglesa – de forma velada en la prensa seria, bastante más agresiva en la prensa sensacionalista. Dicen que han cometido errores básicos y vitales para el rápido y positivo esclarecimiento del caso.

Conviene entonces recuerdar a aquel joven electricista brasileño que viajaba en el metro de Londres y a quien los equipos especiales antiterroristas británicos descerrajaron siete tiros en la cabeza al confundirle por un terrorista suicida. Fue un ‘terrible error’, se dijo en su momento. No recuerdo haber leido muchas autocríticas al respecto. Once policías fueron exonerados de cualquier responsabilidad y sólo queda Scotland Yard por pasar por el banquillo de los acusados.

Resulta que unos no son tan buenos como se creen ni otros tan malos como se les acusan.

sábado, 26 de mayo de 2007

Camino del matadero

Ha finalizado la primera semana de mi enésimo bautismo laboral y puedo contar en primera persona el privilegio de ser uno más de los miles de sufridores del transporte público con salida y entrada a Londres. Alguno seguramente recordará cuando en su niñez viajaba en el coche de su padre y adelantaba a aquellos camiones que transportaban a aprensivos cerdos cuyos hocicos sobresalían de entre las tablas del remolque. Pues desde este lunes pasado ya sé a ciencia cierta y a precio de oro cómo se sentían aquellos animalitos de camino al matadero.

El billete anual (clase económica) del tren Reading-Londres-Reading cuesta 5.000 euros para un viajecito de 25 minutos sin paradas intermedias. El lector adivinará precipitadamente que no viven en Reading muchos mileuristas que trabajen en Londres y que, por ese desembolso (casi un millión de las antiguas pesetas), uno disfruta de café, periodico y masaje gratuitos durante el trayecto.

Lo primero es correcto aunque, todo hay que decirlo, un trabajo cualquiera goza de un salario medio mayor en Londres que en otra parte del Reino Unido para compensar los costes de vida y transporte asociados a la gran capital. Lo segundo no puede ser más lejos de la realidad. Encontrar un asiento libre es más difícil que hacerse con el santo grial y se te alegra la cara si consigues apropiarte de un trozo de pared contra el que apoyarte durante el trayecto. Lo contario significa hacer de equilibrista y ante cualquier frenazo intentar aferrarte a lo que primero que alcances, que a veces es rígido pero otras puede ser más bien blando. Y si es este último el caso igual te acabas jugando un bofetón…

jueves, 24 de mayo de 2007

Casi la liamos

Muchos futboleros sabrán que acaba de jugarse la final de la Champions League de fútbol entre el Liverpool y el AC Milán. Con esta disculpa nos juntamos unos cuantos amigos españoles para charlar un rato y seguir el partido en el pub Red Lion. El Red Lion es un pub descuidado del que ya hablé en otro blog, que cuenta con la conveniencia de estar dividido en dos espacios, ambos con televisiones. Uno se suele rellenar de exaltados indígenas y el otro es donde nos dejan acampar a nuestras anchas. Ese era el plan.

Lo que no esperábamos era compartir la zona tranquila con cuatro animados italianos apoyando al Milán. Nosotros simpatizábamos con el Liverpool por eso de tener entrenador y jugadores españoles pero la algarabía y la cercanía con los transalpinos hacía que pasáramos como unos de los suyos para cualquier observador ajeno.

El partido transcurría con emoción y el ambiente se estaba empezando a caldear. Los italianos aplaudían las acciones de su equipo mientras que algún desdentado anglosajón nos insultaba desde la distancia. Se mascaba la tragedia y allí podíamos pagar justos por pecadores porque, llegado el caso, para cuando consiguiéramos explicar que españoles e italianos no venimos del mismo padre (gracias a Dios) y que estábamos juntos de casualidad pero no revueltos, ya nos habrían llovido hostias desde todos los lados.

Así que se acercaba el final del partido, el equipo italiano estaba a punto de ganar y los locales nos miraban con muy mala cara. Y estos no se andan con tonterías del tipo “que igual te pego, que tengas cuidado, que vaya bocazas que eres”; aquí te sacuden bien y luego preguntan. Los españolitos entonces llegamos a la conclusión de que sólo habría un camino a seguir en caso de peligro: ante el menor avance agresivo en nuestra dirección, nos levantaríamos y empezaríamos a atizar a los italianos para que no cupiese duda alguna de con quien deberían ensañarse los ingleses. Instinto de supervivencia, lo llaman.

Menos mal que no llegó la sangre al río porque, de otra forma, hubiera resultado difícil explicar todo el tema en la comisaría.

martes, 22 de mayo de 2007

Maneras

Esto de vivir en Inglaterra por mucho tiempo y volver al país propio muy de vez cuando no es saludable psicológicamente porque, entre otras cosas, uno tarda en cambiar el chip y para cuando lo hace ya ha metido la pata media docena de veces. La distinta educación cívica es una muestra de esto.

Por ejemplo, te pasas el rato diciendo "sorry" (perdón) a todo el mundo por la mas mínima nimiedad y la gente te mira raro porque, primero, pides disculpas y, segundo, porque se te escapa en inglés. Qué educado te has vuelto, hijo, diría mi madre. Es que en Inglaterra somos todos muy mirados, respondo.

Y qué decir sobre el conducir. Ahora entiendo porque tenemos el campeón de Fórmula 1. Un detalle que ya habrán apreciado aquellos que hayan conducido en los dos países: si un coche te da las 'luces largas' en Inglaterra, eso significa que te esta cediendo el paso. En España, quiere decir "que te apartes, que voy lanzado, coño". Adivinen cuántas veces cambié de carril agradecido por la caballerosidad del BMW dándome 'las largas' y cuantas veces se acordaron de mi madre - la misma del párrafo anterior, por cierto.

Un tercer ejemplillo. Medio perdido por Gerona pregunto por una dirección y a uno le sale un circunloquio a la inglesa: "por favor, siento interrumpirle pero me estaba preguntando, y estaría agradecido, si usted fuera tan amable de indicarme la localización de la calle de San Adrián". El tipo se te queda entonces mirando una décima de segundo como pensando de qué planeta vienes (o "este es tonto", en versión reducida) para acabar respondiendo, en inglés: "I do not speak Spanish" (no hablo español). Tanto esfuerzo para tan poco…

domingo, 20 de mayo de 2007

Se acabaron las vacaciones

Dicen que lo mejor de las vacaciones es contarlas pero no voy a aburrir al personal con vanas historias aunque estoy muy tentado. Las dos semanas de ausencia de mi patria adoptiva para disfrutar de la compañía de mi familia política incluyeron dos intentos interrumpidos de suicidio – cobarde que es uno – y un plan abandonado de homicidio de grupo cuando de visita al lago de Banyoles que hubiera engrandecido la leyenda negra de éste. Por lo demás, todo fue muy bien.

Para satisfacer la vanidad propia únicamente contaré varias anécdotas:

“Para ir al
Santiago Bernabeu, por favor?”. Pregunta de mi suegra a un supervisor ferroviario a las afueras de Barcelona cuando comprábamos los billetes para ir a ver el partido de fútbol Barcelona-Betis. Pensé entonces que allí encontrábamos una muerte temprana.

“La madre que lo parió. El único japonés alto del mundo y me toca delante mío en un teatro checo”. Comentario en voz alta de un paisano español sentado unas butacas más atrás cuando una manada de japoneses invadió las primeras filas de un teatro en Praga.

“Your suitcase is not here, it is up (su maleta no está aquí, está arriba)”. Respuesta de la asistente de la oficina de reclamaciones de equipajes extraviados del aeropuerto de Praga señalando hacia el cielo cuando le pregunté dónde leches estaba mi maleta.

“Depende”. Respuesta a coro de un gallego, un madrileño y un vasco - sin conocernos los tres - cuando un inglés nos pregunta si
Cadaqués no era España después de encogernos de hombros por no saber traducirle lo que dice la inscripción de uno de los monumentos más turísticos de la localidad.

“La virgen!”. Susurro de quien esto escribe cuando le dicen que la ópera que estaba a punto de presenciar en directo en Praga dura dos horas y cuarenta minutos.

jueves, 17 de mayo de 2007

Y tu de quién eres?

Cada cierto tiempo se levanta el mismo revuelo por tierras britanicas: instauramos el carnet de identidad o no lo instauramos. Ser (fichado) o no ser (fichado), esa es la cuestión. Da lo mismo que los sistemas informáticos de Hacienda, el banco, o la sanidad nos tengan ya cogidos por los cojones; hay que desarrollar otra base de datos. Para combatir el terrorismo, dicen ahora. Yo digo que ya que se ponen, mejor implantar un micro-chip subcutáneo y así ahorrar en papeleo y tener que llevar otro pedazo de plástico más en la cartera.

En definitiva, uno todavía se da el lujo de ir por la vida británica indocumentado. No hay obligación de llevar una forma de identificación encima. O sea, que no llevamos el DNI (documento nacional de identidad) en la boca a todas partes, como pasa en España y, supongo, que en otros muchos países del mundo. El DNI no existe en este reino; sus funciones las hacen el carnet de conducir o el pasaporte. Quien no conduzca o no haya pisado el extranjero, puede presentar el certificado de nacimiento como forma de identificación.

Una de las cosas que más me jodía al principio de mi estancia en este país era el rechazo - bordeando el desprecio - que se mostraba cuando yo exhibía el DNI español. Así que uno de mis pasatiempos acabó siendo el aparecer por cualquier oficina de mi banco y provocar un conflicto internacional cuan don quijote arremetiendo molinos de viento. El siguiente diálogo se repitió varias veces.

- Buenos días. Quiero ingresar este cheque.
- Su número de cuenta?
- No recuerdo mi número de cuenta y tampoco he traído la tarjeta de débido/crédito conmigo.
- Tiene alguna prueba de identificación para que yo pueda comprobar sus datos en nuestro sistema.
- Aquí tiene – respondo entregándo el carnet de identidad español, el famoso DNI.

La cajera mira el trozo de plástico con curiosidad. Seguro que le parece el carnet de la piscina municipal. Es de justicia decir que no tiene forma de averiguar que aquello es una tarjeta oficial de identidad. Está todo escrito en castellano – ni una sola palabra en inglés. Suerte que tiene que aún no está en vascuence.
- Me temo ("me temo","me temo", maldita expresión) que no podemos aceptar esto como prueba de identidad.
- Pues "me temo'' que esa prueba de identidad es legal y oficial. Yo entro a este país con ese carnet.
- Me temo que no podemos aceptarlo. No tiene usted pasaporte?
- Señorita, no tengo pasaporte porque no lo necesito. Soy un ciudadano de la Unión Europea y puedo viajar dentro de la UE con el documento nacional de identidad español – repito de memoria. Sólo me falta ondear la rojigualda con el toro de osborne al fondo.
- Y no tiene un carnet de conducir que yo pueda ver?
- Tampoco – respondo con la nariz creciéndome a lo pinocho.
- Entonces no puedo hacer nada sin tener los datos de su cuenta bancaria.
- Quiero hablar con el Director.
La frase mágica. De aquí me sacan arrastras y con los pies por delante. La gente se impacienta en la fila. Yo creo que tienen envidia de no tener un carnet de identidad como el mío. Fijo.

Viene alguien con cara de jefe pero no de director. Mira con escepticismo el DNI.
- Lo siento pero me temo que no podemos aceptar esta prueba de identidad. Son las reglas del banco.
- Pues curiosamente con ese carnet me abrieron la cuenta en este banco, porque yo no tengo otra forma de identificación – arrincono al sabelotodo.
- Tiene usted una tarjeta de otro banco?
- Sí, claro que sí – digo sorprendido mientras reproduzco una tarjeta de un banco de la competencia.
- Ah, entonces ahora sí que Vd. puede ingresar el cheque – sonríe satisfecho por comprobar que otro trozo de plástico – este sin fotografía - demostraba que yo era yo, aunque bien podía haber robado la cartera a un paisano mío.

En fin, así pasaba algunos días, intentando poner a España en el mapa y tocando las pelotas al personal.

domingo, 13 de mayo de 2007

Cura de humildad

Hay un coqueto campo de golf cerca de donde nos alojamos y me acerco con intencion de demostrar lo que he aprendido en mi madastra patria. Llego a la caseta del club y pido el equipo completo.
- No tengo nada, vengo de fuera - digo como queriendo darme importancia. "Solo traigo el guante". Estoy a punto de decir algo asi como: "Alla, en Inglaterra, donde inventamos esto del golf, uno va por la calle con los palos con la misma familiaridad que vosotros llevais una guitarra española", pero me ahorro la leccion en el ultimo momento. A mi siempre me da la sensacion de que cuando venimos del extranjero de visita a nuestra madre patria, algunos sabiondos vamos un poco "sobraos", como que estamos por encima de nuestros mortales paisanos.

Pago la extorsion del alquiler de palos y el asistente del club me dice:
- Las bolas son a un euro cada una pero no te las cobro. Me las devuelves al final.


Diez minutos mas tarde, camino desde el hoyo 2 de vuelta a la caseta del club y musito timidamente:
- Me cobra las tres bolas que me ha prestado antes y esta vez me da seis, que al paso que voy van a emigrar prematuramente todos los patos del estanque.

Por un momento me parecio que el asistente pensaba: "Mejor que te dediques a la guitarra, chaval".

miércoles, 9 de mayo de 2007

Cisne a la naranja

El río Támesis zigzaguea por los campos del sur de Inglaterra y el turista pasea por su ribera contemplando el paisaje idílico, especialmente a la luz de la primavera, y las manadas de patos, gansos, gallinas de agua y otra fauna fluvial que pueblan sus aguas. Con el tiempo, uno nota la numerosa presencia de cisnes. Son demasiados, lo cagan todo, y son agresivos. Los bicicleteros se quejan de sus ataques y las madres no pueden dejar sueltos a sus criaturas. Vaya con la madre naturaleza.

Los cisnes son una especie protegida y son propiedad de la Reina. Con la monarquía hemos topado. Sí, como lo oyen. Todos los cisnes son suyos. Hay 20,000 de esas criaturas censadas en este país. El ‘Guardián de los cisnes de la Reina’ organiza una captura de cisnes (Swan upping) una vez al año para marcar y censar aquellas que no han pasado por el aro real.

Herir o matar a un cisne supone una multa de 7.500 euros o seis meses de cárcel. En Scotland Yard están preocupados porque dicen que la población de cisnes está dismuyendo rápidamente. Hace poco pillaron a unos refugiados (asylum seakers) asando un par esas criaturas al fuego de una barbacoa y ha cundido la alarma. Si es por hambre, qué más dará dos cines más que menos.

La oficina donde trabajaba está a orillas del Támesis en Reading. Hace unos días un botecillo perdía aceite (en el buen sentido de la expresión), contaminando las aguas del río y afectando a algunos cisnes, cuyo pelaje se notaba ligeramente ennegrecido. La cuestión era menor, sin alcanzar las proporciones del Prestige. Sin embargo apareció la policía, equipos de rescate, land-rovers… la de dios, vamos. Un poco más lejos, en tierra firme, varios vagabundos pueblan los bajos de un puente porque no tienen donde caerse muertos. Parece ser que ellos no son propiedad de la Reina.

viernes, 4 de mayo de 2007

Cerrando la puerta por fuera

Este corto capítulo laboral viene a su fin y en un par de semanas empieza otro nuevo. Entre medias, disfrutaremos de unos inmerecidos días de asueto por Gerona y Praga.

Acabo de rellenar el formulario-entrevista de salida donde piden tu honesta opinión sobre la empresa, la dirección, tu jefe, los colegas, el entorno de trabajo, etc. Ha sido una experiencia extraordinaria, casi religiosa, he escrito sin ponerme colorado. Mejor dejarlo así, que el mundo es muy pequeño, la vida da muchas vueltas y por la boca muere el pez.

Casualidades de la vida, el Festival de la Cerveza de Reading se celebra en una explanada a 200 metros de la oficina así que adivinen dónde voy a ir a llorar mis penas esta tarde. Mi única curiosidad es comprobar cómo van a transcurrir los últimos minutos de mi estancia aquí. Me explico.

La última vez que estuve en esta situación recogí mis bártulos, dejé las pertenencias de la empresa en el escritorio y me encaminé hacia la salida. El entonces mi jefe, hombre de pocas emociones, me estaba esperándo y me acompañó hasta la puerta principal. Agradeció mis cinco años de intenso esfuerzo y dedicación (juro que fue así) y nos deseamos mutua suerte. Qué bonito detalle – pensé – que me despida personalmente; en el fondo tiene su corazoncito.

Un par de días más tarde le relataba esto a un ya ex-colega y aún recuerdo su reacción.
- Qué ingenuo eres – me dijo. No te acompañó, te escoltó hasta la puerta siguiendo las normas de la empresa para con aquellos en su último día de trabajo. Así se aseguran de que, efectivamente, te vas y no te llevas algo que no es tuyo.

Ya me parecía a mí…

jueves, 3 de mayo de 2007

Maremoto o matriarca-moto?

Me encuentro nerviosillo. Pensarán que es por la despedida laboral de manaña o quizá por el nuevo trabajo que se avecina. Frío, frío. Resulta que mi suegra aparece por este continente en un par de días, un fenómeno transatlántico sólo comparable al de El Niño. Definición de El Niño según Wikipedia: “síndrome climático, erráticamente cíclico, que consiste en un cambio en los patrones de movimientos de las masas de aire provocando, en consecuencia, un retardo en la cinética de las corrientes marinas normales, desencadenando el calentamiento de las aguas sudamericanas; provoca estragos a escala mundial”. Pues esta es mi suegra, sin duda.

He comprobado que esta bitácora tiene lectores en países latinoamericanos y yo juro conocer sólo a un puñado al otro lado del charco. Tengo entonces la sospecha de que se trata de una silenciosa conspiración por parte de mi suegra por convertir esta bitácora en el próximo guión cinematrográfico de ‘Betty el feo’ o un ‘Bridget Jones’ masculino de la vida y, con las rentas, liberar a su hija de cualquier obligación laboral. No caerá esa breva.

En fin, que aguardo impaciente la llegada de esa figura aún esbelta y juvenil después de tantos años de ejercicio físico y férrea dieta. Dicen las malas lenguas que tal transformación comenzó cuando un día se dirigió al mostrador de facturación en un aeropuerto y el observador azafato le reconvino:
- Señora, usted lleva sobrepeso.
- No puede ser! – se quejó mirando las maletas.
- Sí, y su equipaje también.

Suegra, ya te estaba echando de menos.

miércoles, 2 de mayo de 2007

El idiota del móvil

Esta oficina parece una discoteca con tanto tono musical de teléfono móvil sonando a doquier. Es una falta de respeto o una necesidad infantil de llamar la atención. No hay término medio. Es que no se dan cuenta que hay gente trabajando o, al menos, pareciéndolo? En la zona donde me plantaron – un espacio abierto, sin paredes - hay un móvil en particular que me saca de quicio. Es una musiquilla disco-tecno, cuyo tono va subiendo gradualmente y su dueño parece ser que nunca está cerca para recibir la llamada. Sólo falta la bola giratoria en el techo. Lo peor, es que el dueño es un alto directivo de la empresa, quien debería dar mejor ejemplo.

El famoso móvil ha sonado esta mañana. Sonaba y sonaba, la música in crescendo y su propietario ausente. He levantado mi cabeza del ordenador y, con la cobardía de quien se siente en la distancia y la confianza que da el ver cercana la luz al final del túnel que es esta empresa, he dicho algo así como: “Hay que ser del género idiota para dejar el móvil sonando tanto tiempo con ese tono”. Se ha producido entonces un breve silencio a mi alrededor, al mismo tiempo que apreciaba que mi compañero de enfrente me miraba con cara rara.

Me he girado entonces y he comprobado que el propietario de tan distinguido móvil estaba detrás mío, boquiabierto, mirándome con fijación. Hemos cruzado miradas, me he encogido de hombros – el daño ya estaba hecho – y he vuelto a lo mío con atrición, tensando la espalda como para amortiguar el golpe. En diez minutos he recibo media docena de correos electrónicos de varios colegas viniendo a decir que “si a partir de hoy ese móvil deja de sonar te eregimos un monumento en la entrada principal.” Eso o me he quedado sin las (buenas) referencias.

martes, 1 de mayo de 2007

Compañeros del metal!

No está bien esto de trabajar mientras la inmensa mayoría del mundo mundial está de vacaciones. Hoy es el Día Internacional de los Trabajadores, festividad que se respeta en el mundo occidental menos en el Reino Unido y el Principado de Andorra (en Estados Unidos es el primer lunes de Septiembre). Dios sabrá por qué los andorranos ignoran esta celebración pero la razón por la que que no lo celebramos aquí es por llevar la contraria, no cabe otra explicación.

En Inglaterra disfrutamos de ocho días festivos al año, amén de los fines de semana. Son nueve cuando la Reina cumple cincuenta años en el poder (Golden Jubilee, 2002) lo que, para bien o para mal, no pasa muy a menudo. Con todo, en Inglaterra posiblemente tengamos el menor número de días festivos comparados con otros países y posiblemente la mitad que en España, con tanta virgen, patrono local y fiesta autonómica que tenemos (tienen).

Los días festivos se llaman bank holidays (vacaciones del banco) porque antiguamente eran los días que los bancos cerraban y en consecuencia muchos otros negocios no podían operar. Ya cabreados, hasta el nombre parece amorfo. Con lo bien que queda Día de la Inmaculada Concepción, Día de la Liberación Nacional, etc. Un día de estos, con tanto patrocinio comercial, aquí le van a llamar “Vacación del Banco Santander”. Al tiempo.