miércoles, 7 de marzo de 2007

Es de Justicia (segunda parte)

Termino con otro apunte sobre la justicia inglesa.

Hablaba hace poco con Ignacio, madrileño en la treintena, más chulo que un chotis, de profesión “sus labores”y, desde hace unos años, feliz residente en la provincia de Cadiz. Ignacio se casó con una irlandesa que conoció en Londres, cuando él trabajaba para la misma empresa que yo. La irlandesa estaba embrollada en la custodia de hijos de un matrimonio anterior. Perdieron varios juicios y recurrieron varias veces. Ignacio ya se hartó de los miles y miles de euros que los abogados les sangraban y decidió él mismo coger el toro por los cuernos. Se metió en Internet, se informó cómo recurrir la sentencia, rellenó los formularios, preparó su defensa y la semana pasada se enfrentó contra el ex-marido malo-malísimo, y su equipo de cuatro super-abogados, ante tres Lores ingleses con tres pelucas. Ganó el juicio. Olé sus huevos.

Me contaba Ignacio la bronca que los jueces dieron a los abogados contrarios por haber aconsejado mal a su cliente, el trato justo - que no preferente – que le dispensaron a él y, en definitiva, la sensación que tenía desde un principio en que allí se iba impartir justicia, ganara el juicio o no. Como tiene que ser.

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