jueves, 10 de enero de 2008

Esperanza

Me hago eco de un evento que acaeció en Irlanda del Norte hace un par de meses y que impacta no únicamente por la tragedia humana que representa sino por la sensibilidad con la que me parece las autoridades manejaron el suceso.

Un incendio nocturno destruyó un hogar en Omagh. Murieron los siete miembros de una misma familia: el matrimonio y sus cinco hijos de nueve, dieciocho meses, cuatro, siete y trece años. Las sospechas sobre el origen del incendio recayeron sobre el cabeza de familia, también fallecido en el incendio, aunque se desconocían los motivos que pudieron haberle impulsado a tamaña barbarie.

Las autoridades no quisieron hurgar en algo que no iba a conducir a nada. Por el contrario, el portavoz policial resaltó que los servicios de emergencia registraron una llamada desde el malogrado domicilio a las 4.54am. Los bomberos encontraron el cádaver de la niña de 13 años con el teléfono en una mano y un rosario en la otra. El enfásis de todas y cada una de las intervenciones públicas que siguieron en los medios de comunicación se centró en mitigar el dolor que arrasaba a la comunidad de Omagh alabando a la niña por su bravería al mismo tiempo que se aferró a su fe.

No había cabida a salsas rosas, aquí hay tomate y otra (tele)basura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vaya tela no? que tragedia, un saludo majo

Javier dijo...

Y que lo digas. Que pena.