miércoles, 14 de febrero de 2007

Amanece, que no es poco

Aquí huele a muerto y yo no he sido. En esta oficina se está cociendo algo y no tiene pinta de ser algo bueno. Uno ya va desarrollando esa clase de instinto, como el vaquero que se acerca a la fogata abondonada y dice eso de: “Han marchado hace cuatro horas”, o el cazador que se inclina ante las huellas de la futura presa y afirma: “Está cojeando”.

Escribo esto y me acuerdo de Ben, un chaval inglés, deportista, bellísima persona, con el que compartí piso hace siete años en Escocia. Ben pasó un año en la selva africana analizando las cagadas de los gorilas y su impacto en la dispersión de semillas de las plantas. Ahí es nada, tiene que haber gente para todo. Ben dejó Escocia para pasar un año en Australia y al cabo de un par de meses recibimos la noticia de su fallecimiento. Lo encontraron muerto de un infarto cerebral en una playa paridisíaca. No es justo, a los buenos se los llevan de esta vida y los ‘De Juana’ de turno queriendo dejarla sin dejarnos vivir.

En fin, a lo que iba, que me pierdo. No es que se aprecie estres en las caras, al contrario, es que hay risotadas y distensión entre los jerifaltes. Los directores no dirigen, la moby maerks está más callada que de costumbre, muchas reuniones se cancelan, los australianos han desaparecido… El mundo al revés. “Salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera”.

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