viernes, 23 de febrero de 2007

Una de romanos

El Director General de esta parte de la empresa que se vende nos congrega cada dos semanas para ponernos al tanto sobre lo que las más altas instancias están pergeñando contra nosotros (él incluido). Hoy tocaba. El hombre sale de su despacho y la gente se arremolina a su alrededor expectante, con ese ánimo gregario del “nosotros contra ellos”. El tipo parece que le ha ido cogiendo el gusto a estas arengas quincenales y cada vez más me recuerda al Russell Crowe en “El Gladiador”, allá en el coso romano, dirigiendo las embestidas de sus compañeros esclavos ante el fragor de las masas.

Nuestro general romano nos exhorta: “buscamos un nuevo padre (sic)”, “estoy orgulloso de vuestro trabajo”, “permanezcamos juntos y sobreviviremos”. Hay caras de aprobación. Tengo una francesa cerca que está a punto de tirarle las bragas y que parece murmurar entre dientes lo de los tres mosqueteros: “Uno para todos, todos para uno”. Mientras, yo consigo contener de milagro un “Del barco de Chanquete, no nos moverán!” que aquí cada uno saca lo que ha aprendido en edad escolar.

El Maximus Decimus Meridus inglés dice que no puede contarnos mucho porque ha firmado un contrato de confidencialidad. Digo que yo que para decir eso mejor se quede con la boca cerrada y no joda. Claro, que eso me lo he dicho yo a mí mismo, no vaya a ser que me tiren a los leones.

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