miércoles, 7 de febrero de 2007

Clases sociales

Hace unas horas me encontraba justificando mi sueldo cuando una voz nueva, a mi espalda, me sacó del letargo matinal. Era una voz pija, pero no del pijo de Madrid, no un ‘o-sea, guay, te-lo-juro’, sino del tipo que uno ha aprendido a asociar con la cacería de zorros, el cricket, Windsor, las universidades caras, las peluquerías de moda, los padres ricos divorciados, el voto conservador, el imperio británico... Me giro con curiosidad y veo que se trata de un jovenzuelo con buena percha, dicharachero, ingenioso, que entretenía a la muchedumbre con su locuacidad. “Es muy brillante, tiene una mente superdotada, si no le das una trabajo difícil, se aburre y distrae a todo el mundo” – me confiesa la jefa. Este lo que es es un gilipollas – salta en silencio mi neurona más rancia española, siempre a la gresca, envidiosa, disparando primero y preguntando después.

Mientras que en España el acento te marca la región de dónde provienes y no pasa de recordarnos el sambenito regional que nos adorna (los andaluces son graciosos, los catalanes agarrados, los maños cabezones, etc.), en Inglaterra, el acento y ciertas palabras que uno usa delatan principalmente la clase social social a la que uno pertenece y ahí se establecen fronteras que uno a otro se encargan de recordarse sutilmente.

Quien les entienda que les compre.

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