lunes, 26 de febrero de 2007

Por verbigracia (primera parte)

El bueno de Jorge Abe., que es muy versado en leyes, teme que me vayan a echar de este país el día que traduzcan al inglés este blog. Que les doy mucha caña, dice. Nada más lejos de mi intención. Uno se encuentra muy a gusto en esta islita y de bien nacidos es ser agradecidos, que está mal morder la mano del que te da de comer. Un día es una de cal, otro es una de arena. Hoy toca la de cal.

Una de las cosas que más admiro aquí es su querencia por el debate. Una imagen del Parlamento inglés vale más que mil palabras. Todos están apretados, casi incómodos, los líderes se manifiestan a tres metros de distancia. Los abucheos son comedidos y a veces no hay disciplina de voto: el líder de un partido también tiene que convencer a los suyos.

En contraste, el hemiciclo del Congreso de los Diputados en Madrid parece un campamento de vacaciones, con el orador en la lejanía, sus señorías sentados en grandes butacas, jugando con la Internet, votando como borregos lo que el jefe ordena sin importar que contravenga las razones por las que originalmente los ciudadanos de su localidad les eligieron. Servidores de lo público, se dicen llamar.

A mí me parece que el joven inglés se encuentra bastante más cómodo en el altercado verbal y es más articulado en la presentación de sus argumentos que el español, éste todavía acostumbrado a subyugarse a posiciones más autoritarias (llámese cura, padre, profesor, guardia civil…). El inglés lleva pagando facturas desde los dieciséis años y eso se nota en las lides dialécticas. Más sobre esto mañana...



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