miércoles, 14 de marzo de 2007

Al agua patos (segunda parte)

Dejo los chistes malos y retomo las andanzas del pato.

El malo de la película estaba arrinconando a la pobre criatura, contable para más señas, quien no entendía qué diablos hacía el tipo allí y qué tenía que ver ella con el pato. Yo ya iba por doce fotocopias, cuando solo necesitaba una, no dispuesto a perderme la matanza del cornúpeta. En esto estábamos cuando se acercó un colega que presenciaba la conversación en la distancia y dijo:
- Ese pato es mío.
- Y qué hace esto aquí?
- Lo gané en un competición por equipos de la empresa.
- Ese debe ser otro pato, porque el del número 55 lo gané yo – intervino otro colega con tono molesto.


Lope de Vega se hubiera sentido orgulloso de ellos. “Fuenteovejuna, todos somos una”. El ‘engaña-baldosas’ ladeó varias veces la cabeza en desaprobación, se giró sobre sí mismo buscando inspiración y en esas acabó clavando sus ojos en mí, sorprendido de encontrame allí, quizá pensando que yo formaba parte del mobiliario, al igual que el pato.
- A mí me parece que habrá que hacer un test de paternidad al pato - fue lo primero que se me ocurrió decir muy serio sin saber muy bien porqué.

Afloraron las medias sonrisas y el malo titubeó consciente de estar minoría. Viendo venir capotes por todos los lados decidió retirarse a los corrales.
- No es profesional tener este tipo de objetos rondando una oficina - dijo. Quien demonios sea el propietario del pato, que se lo lleve cuanto antes, por favor.

Se marchó entonces altivo, intentado mantener la dignidad, sin darse cuenta que se encaminaba hacia la escalera de incendios en vez de a la puerta principal.


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