martes, 6 de marzo de 2007

Es de Justicia (primera parte)

De vez en cuando, uno nota la ausencia de un compañero de trabajo y cuando pregunta dónde está te responden: “está en un jurado (jury duty)”. Es decir, está asistiendo a un juicio como parte de un jurado popular. Pueden ser dos semanas fácilmente fuera de la oficina (no se descuentan cómo vacaciones!). Una vez hablaba sobre jurados populares con unos americanos, quienes se horrorizaban ante el hecho de que la justicia en España se impartiera por una única persona: un juez (casi siempre Garzón, por lo que parece). Yo me encogía de hombros y no le encontraba mayor problema al asunto porque – aún a riesgo de repetirme - el ciudadano común español está acostumbrado a pintar poco rodeado de tanta figura autoritaria (profesores, guardia civiles, supejueces, curas, notarios, el borde de la ventanilla del ayuntamiento, etc.). Tampoco ayudó que nuestra primera experiencia de jurado popular arrancara como lo hizo.

Un ejemplo ilustrativo: tras diez años de dar el coñazo, Mohamed Al-Fayed - conocido fuera de estas fronteras como el papá del playboy que acompañaba a Diana de Gales haciendo rally por las avenidas de París – ha conseguido que el juicio para aclarar las causas de la muerte de la parejita se haga con juzgado popular y no con un juez como es típico hacerlo en ese tipo de casos. Al-Fayed siempre ha revindicado que el esposo de la Reina y los servicios secretos británicos causaron el “accidente”. El juez que en esta ocasión ha permitido el uso de jurado popular ha venido a decir que la ciudadanía percibiría como un “conflicto de intereses” que tal acusación sea juzgada por alguien a quien se podría asociar con la parte acusada. Independencia. Así da gusto.

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