domingo, 15 de abril de 2007

Cosas de palacio

Tenía la intención de contar qué sucede en este país cuando atropellas un faisán en una carretera comarcal pero la actualidad obliga y hay que dar fe del notición del fin de semana, que ha sido soleado pero triste. El país madrugó el sábado con la terrible noticia de que el pusilánime Príncipe Guillermo (William Arthur Philip Louis Mountbatten-Windsor es su nombre completo) y la princesa del pueblo, Kate Middleton, se han separado. No puede ser, así, de golpe, sin anestesia, que diría mi vecino. Con la plata que se ha dejado ella en pamelas últimamente.

Las teorías sobre la ruptura son múltiples y, desde el punto de vista hispano, realmente ingenuas: que si es muy joven para casarse, que si ha elegido la carrera militar, que si pasan mucho tiempo separados, etc., etc.. Tonterías. Sólo cabe una teoría entre los españoles aquí exiliados: la teoría de la conspiración. Porque otra cosa no, pero mala hostia y enrevesados somos un rato los españoles para explicar las desgracias del vecino, máxime si hay faldas de por medio. Hago aquí un inciso en la crónica real para ilustrar esta costumbre ibérica con un sencillo ejemplo.


Alguno aún se acordará de la ceremonia inaugural de las olimpiadas de Barcelona 92 y de qué forma tan original se incendió el pebetero olímpico. La llama olímpica prendió una flecha con la que un tirador de arco alcanzó certeramente el centro del pebetero desde una distancia que parecía inverosímil. Se adjunta el vídeo (1 minuto) para refrescar la memoria a los más olvidadizos.



38 millones de españoles viendo el evento por televisión y 38 millones de bocas que dijeron (dijimos) al unísono: “Los cojones, a mí no me engañan. Han encendido el pebetero a gas apretando un botón y la flecha seguro que ha matado a alguien esperando en un semáforo de la Avenida Diagonal, que se oyen sirenas de ambulancia. A ver si van a pensar que somos tontos. Y además, nosotros no sabemos tirar al arco: tú has visto a alguien tirando al arco en este país?". Un poco de incredulidad por aquí, un poco de ignorancia por allá, una pizca de mala leche, algo de falta de autoconfianza y el cocktail nacional está servido.

En fin, vuelvo al tema sentimental de los Windsor. Qué no vamos a saber nosotros, ciudadanos regidos por borbones durante siglos, que nos costó un ojo de la cara mandar al príncipe Felipe a estudiar al extranjero porque si lo dejábamos en casa era como meter un raposo en un gallinero. Y casi nos salió mal el asunto porque el capullo no quería casarse y tuvimos que ponerle a ver el telediario mientras todo el país actuaba de mamporrero. En Tailandia, a los osos panda les ponen películas eróticas para ayudarles a procrear y, en España, a la monarquía le ponemos a ver las noticias. Si es que tenemos lo que nos merecemos...

Mi explicación del Guillermo-gate es más bien científica: a los principitos no les dieron el pecho cuando de bebés. De otra forma no se puede explicar la fijación que demuestran los chavales en público a las protuberancias femeninas. El Guille, a sus veinticuatro primaveras, está más salido que el pico de una pala y tiene las manos muy largas. Se adjunta foto para sustentar lo dicho, que uno ha visto mucho CSI y lo que hay que presentar son evidencias.

Su hermano Enrique (o Harry “el porretas”, entre nosotros), tampoco es manco y se pasa el protocolo por el arco del triunfo. Otra imagen vale más que mil palabras.

La Kate, mientras tanto, cansada de esperar a su amado buscó consuelo en otros regazos y se quedó embarazada. Ya me lo advirtió un buen amigo, que ella últimamente vestía vestidos muy amplios, prueba ésta irrefutable de embarazo, parece ser. La suegra no parecía disgustada al principio de contar con un biznieto, hasta que se enteró de quién de verdad era el padre de la criatura y lo que esto significaría para el imperio británico.

Si quieres saber quién es el verdadero culpable de todo este embrollo, pulsa aquí.

No hay comentarios: