lunes, 23 de abril de 2007

Pasatiempos indígenas

El buen tiempo impera durante el fin de semana y nos llaman unos amigos ingleses para que vayamos a “disfrutar del sol y tomar el té en nuestro jardín”. Viniendo de ingleses, ésta es una muesta irrefutable de suma afección. Lástima que no dijeran algo del estilo: “veniros a la barbacoa y a tomar unas cervezas mientras vemos el fútbol” Qué le vamos a hacer, no todo el mundo cojea del mismo palo. Lo malo es que, conociendo a mis amigos - un poco a la antigua usanza además de cultos, educados y buena gente – sólo habría tres temas de conversación que irían encadenándose uno tras otro. A saber: la jardinería, el bricolaje y los pájaros. Ave maría purísima, la tarde que se nos avecinaba.

El bricolaje (con jota) es un pasatiempo universal en este país. Se presume que su popularidad es debida al hecho de que las casas son tan antiguas que siempre están en necesidad de reparación, de los precios tan altos que cobra cualquier ‘profesional’, de varios programas de televisión que lo promocionaron machaconamente y del clima miserable que sufrimos, por lo que o bien estas en el pub o bien arreglando algo en casa. Cada hogar británico gasta una media de 1.500 euros al año en bricolaje, que se dice pronto.

La jardinería es otra diversión nacional. Cualquier humilde morada tiene su pequeña parcelita de jardín (la mía es de cemento, por cierto) que se cuida con mimo cuando llega el buen tiempo. Todo hay que decirlo, los jardínes de cualquier rincón del Reino Unido son muy agradables de ver y pasear, incluso a los ojos de un cateto como los de un servidor.

Pero lo peor es lo de los pájaros. Una de las tradicionales aficiones es el birdwatching (mirar pájaros). Baste decir que la RSPB (Sociedad Real para la Protección de las Aves) tiene más de un millón de miembros registrados. La peña se pasa los fines de semana viajando por aquí y por allá para permanecer inmóviles durante horas y ver pájaritos y pajarracos. Incluso el hecho de que se aviste alguna especie atípica es motivo de mención en las primeras páginas de los periódicos serios.

Así que allí estaba yo, ocupando unas horas del fin de semana sentado en una incómoda silla de jardín, viendo las orquídeas crecer en la distancia, admirando las ventanas recién reparadas y ayudando a descifrar si aquel petirrojo era macho o hembra. Qué gozada. Al final no pude reprimir vocear lo que pasaba por mi cabeza y pregunté al propietario: “Oye, tú nunca has pensado en disparar a los pájaros desde la ventana de tu cocina?”. Debe ser muy español eso de avistar un pájaro y pensar inmediatamente en dispararlo. Sin embargo, por las caras que pusieron los presentes, lo más comedido fue guardar el arma, acabar el té y ahuecar el ala.

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