lunes, 29 de octubre de 2007

Ni a las duras ni a las maduras

He pasado el fin de semana recuperándome física y psicológicamente del team building (o team bounding) del pasado viernes. Qué leches es eso?, se preguntarán en Rebollar de Ebro, Es algo así como estrechar lazos con los compañeros de trabajo mediante la realización, en equipo, de tareas ajenas al ámbito laboral. Ahí es nada, lo que tiene la dirección de recursos humanos moderna. Y yo con estos pelos.

Quince almas hemos trabajado diez horas gratis para una organización caritativa que cuida de discapacitados físicos y mentales. No solamente hemos trabajado por la cara sino que además nuestra empresa ha pagado a una compañía intermediaria que se encargaba de coordinar la actividad. O sea, que “además de ser putas hemos puesto la cama”, como rezaría el refrán popular. Todo por una buena causa, dicho sea de paso.

Se trataba de arreglar el jardín privado de uno de los centros de la organización. A mí me han debido notar la tripita de cuatro meses y, para evitar que me agachara, me han dado unas tijeras de podar y me han señalado un árbol para que “le diera un repaso”. Allí me ven, con cara de “Eduardo Manostijeras”, con más peligro que un niño con una pistola de agua. Una hora más tarde los responsables se miraban con cara disgustada. Más que un “repaso”, he pelado el árbol entero. “Y ahora cómo va a dar sombra a los enfermos”, me preguntaban acusadores. Sombra? Pero qué coño de sombra, si para hacer sombra tiene que haber sol. Es que aquí alguien ha visto salir el sol en los últimos cuatro semanas? Pues eso. En fin, ya crecerán otra vez las ramitas del árbolito de marras.

Así que durante unas horas nos hemos conocido mejor los unos a los otros haciendo la manicura a las plantas, hemos pasado un rato ocioso - que no todos los días se come gratis y no se da un palo al agua - y he podido confirmar que el que es un zorro en la oficina es un zorro fuera de ella.

La jornada transcurría sin sobresaltos hasta que nos han pedido un verdadero esfuerzo. La última parte de la agenda del día consistía en compartir mesa y mantel con el grupo de disminuidos severos que disfrutarán de nuestros mejoras en el jardín. La escena no era muy agradable: enfermos en sillas de ruedas, babas deslizándose por las comisuras de sus labios, gritos guturales, miradas perdidas en el horizonte. Cada uno tenía un cuidador - familiar o voluntario - asistiéndole en todo momento con una dedicación, dignidad y entereza dignas de encomio.

El equipo en general - sin entrar en individualidades – ha hecho oídos sordos a participar de la merienda. Se aplicaba con mayor esfuerzo si cabe a remover hierbecitas y cortar ramitas con la excusa de “se va a hacer tarde y hay que terminar la tarea”. “Descansad un momento y uniros a nosotros” – nos sugería el director del centro cada cinco minutos. La mayoría, escondidos en el anonimato del grupo, no se daba por aludido y alguno miraba de soslayo a los enfermos sobresaltado por sus sonidos indescifrables.

Los enfermos se marcharon, la mitad de la merienda quedó sin tocar, el organizador nos congregó para agradecer nuestro esfuerzo, nos dimos unas palmaditas en la espalda felicitándonos mutuamente por lo bien que había quedado el jardín y nos fuimos al pub con la conciencia tranquila.

Team building, lo llaman. Qué pena dimos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que lo mejor para el team building es lo que hacemos en España: comida con los compañeros del trabajo, copas, karaoke, más copas y cada uno a su casita a dormir la mona.

JORGE

Javier dijo...

Que cierto es, y asi no se engania nadie. Si te gusta, te quedas y si no, te vas.