lunes, 30 de abril de 2007

Ingenuos

Dani el sevillano, orgulloso ingeniero de telecomunicaciones, se queja de que en Inglaterra muchos se hacen llamar ingenieros - desde el fontanero al tocaflautas – sin tener mérito alguno. Doy fe de que en este país hay millones de esos. Ayer mismo se me estropeó la lavadora y llamé al servicio técnico. “Mañana le enviaremos a un ingeniero”, me dijeron. Hostias, yo no quiero ver a un ingeniero, quiero que venga un técnico que sepa de lavadoras.

Los mismos británicos reconocen que en algunos países de Europa “continental” y Lationamérica el título de ingeniero está limitado por ley a aquellos que tienen un título de ingeniería. Aquí, sin embargo, es una forma más de justificar el atraco de la factura del servicio y de embellecer el título del puesto de trabajo, como con los vendedores, que ahora se hacen llamar ejecutivos comerciales (business development executives) o las dependientes de tiendas de moda, tambien llamadas consejeras de moda (fashion advisers). Yo mismo también soy ingeniero: estudié marketing en la escuela superior de 'ingenieros comerciales'. En todas partes cuecen habas.

He estado investigando y no me queda muy claro de dónde viene eso de ingeniero: unos dicen que de “ingenio”, otros que de engine (motor), otros que de “en-gene” (engrendrar). Venga de donde venga, yo sólo quiero que me arreglen la lavadora y no me cobren un riñon.

viernes, 27 de abril de 2007

Inteligencia social

Un grupo de amigos, ingleses y no ingleses, estábamos sentados en un restaurante griego leyendo la carta de vinos. El camarero se acercó a nuestra mesa y uno de los comensales ingleses le preguntó:
- Tienen cerveza griega?
- Por supuesto. - respondió inseguro en el dominio del idioma. Tenemos Keo, señor.
- La Keo esa, viene en grifo o en botella?
- Sí, la cerveza es griega de Grecia, señor – respondió el camarero dudando de que hubiera entendido bien la pregunta.
Yo aún recuerdo cuando, trabajando como camarero en este país, me pidieron un helado (ice-cream) y les traje un cenicero (ash-tray), así que simpaticé con el griego y guardé silencio.
- Entonces que sea una Keo para mí – respondió el inglés educadamente, sin perder la paciencia.

La inglesa que estaba a mi izquierda me golpeó la mano y acercándose a mi oído dijo con admiración: “Es que la inteligencia social de John es extraordinaria”. “Guauu, yo también quiero un poco de eso” pensé para mis adentros, visto el devastador efecto que tal inteligencia generaba en el sexo contrario.

De vuelta en casa me faltó tiempo para indagar qué diablos era eso de la inteligencia social y si se podía comprar a través de ebay. Parece ser que se tal atributo se define como “la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres y actuar sabiamente en las relaciones humanas". Joder, yo ya estoy muy mayor para esas cosas.

Entonces me acordé de un ejemplo de inteligencia social muy española que presencié en Rebollar de Ebro (59 habitantes) y que paso a relatar. Algún lector estará ahora pensando que parezco empecinado en que Rebollar desbanque a Lepe del ranking de pueblos universalmente famosos. Puede ser. Otros, en unos segundos, se preguntarán si tengo obsesión por el ganado vacuno. También puede ser.

A lo que iba. Un noche de agosto le daba conversación a mi amigo Manolo mientras éste ordeñaba una docena de vacas en su cuadra. Eran aún tiempos donde se ordeñaba a mano, así que el proceso era tedioso y a veces incómodo. La vaca que le ocupaba no paraba de menear el rabo golpeándole en la cara y Manolo iba poco a poco perdiendo la paciencia. Finalmente, cansado ya de tanta molestia, decidió colgar temporalmente el rabo de la vaca a la viga de madera que cruzaba el techo de la cuadra. ‘Out-of-the-box thinking’ (pensamiento creativo), que lo llamarían en los masters de dirección de empresas.

Manolo es más bien chapadito por lo que sus brazos no alcanzaban a llegar a la viga. Entonces agarró el taburate, lo colocó detrás de la vaca y se subió para, con esfuerzo, intentar fijar el rabo a la viga. Con las maniobras, su pantalón de faena aflojó y se le bajó hasta los tobillos. Fue entonces cuando su madre entró a la cuadra y presenció aquel cuadro surrealista: su hijo subido en un taburete detrás de una vaca, con los pantalones bajados, con el rabo de ésta entre sus manos y yo mirando.
- Pero hijo, qué estás haciendo? – acertó a decir, estupefacta, la pobre mujer.
- Mire madre, me estoy follando a la vaca, porque si le cuento la verdad no se lo iba a creer – respondió mi amigo muy serio.

Manolo, tú sí que eres un inteligente social!

miércoles, 25 de abril de 2007

Felices en Reading

Me hago eco de los resultados de una encuesta que evalúa la felicidad y la satisfacción personal de los ciudadanos adultos de quince países europeos. Los daneses figuran como los que más felices y más satisfechos con su vida se sienten mientras que los portugueses e italianos son los más infelices. El Reino Unido ocupa el noveno lugar y España el décimo. Sorprendido? El estudio aporta curiosas conclusiones y desmiente algun tópico.

Lo anterior contrasta ligeramente con un estudio de Unicef que concluía que los niños españoles están entre los más felices de Europa mientras que los niños británicos se sienten los más miserables. Cabe entonces deducir que, con la edad, los españoles se vuelven más insatisfechos mientras que a los británicos se les alegra la vida? Qué curioso. A bote pronto, no se me ocurre una explicación. Alguna teoría al respecto?

Cambio ligeramente de tema. Se publica el mismo día un ranking de los mejores y peores ciudades en el Reino Unido para fomar una famlia. El mejor de una lista de 408 de lugares es un pueblo escoceses. Y el peor? Reading. Vale que no sea gran cosa – “esto es una mierda” dijo mi padre cuando vino aquí por primera y única vez - pero tampoco es para echarla a los perros.

En definitiva, en una semana han prescindido de nuestra vecina Kate en la familia real inglesa y ahora han empezado con una campaña de desacreditación. Nos tienen manía.

martes, 24 de abril de 2007

Aquí la autoridad

Es interesante comprobar cómo las fuerzas de seguridad de distintos países ejecutan su autoridad. El asunto estuvo aquí de actualidad hace un par de semanas después de que las policías italiana y española redujeran sin contemplaciones a grupos de exaltados aficionados ingleses en estadios de futbol de Roma y Sevilla. Los medios locales acusaron a las policías mediterráneos de emplear excesiva e indiscriminada fuerza para reducir a cuatro imbéciles.

Un alto mandatario del fútbol europeo decía que se debería aprender algo de la policía inglesa, quien tras varias tragedias y mucha violencia, ha tardado más de veinticinco años en prevenir y reducir los altercados entre las hinchadas inglesas. Es una sugerencia sensata, me parece. Yo voy también a poner mi granito de arena y propongo que los árbitros de fútbol españoles aprendan algo de los árbitros ingleses cuando ejercen su autoridad. Vaya chorrada, dirán algunos. Me explico a continuación e ilustro la comparación con un par de fotografías.

Los árbitros ingleses suelen mostrar la cartulina, sea amarilla o roja, con el brazo izquierdo ligeramente flexionado, después de anotar los datos del jugador amonestado y así dejar pasar unos segundos para que los ánimos se templen. Independientemente de la justicia del castigo, se aprecia respeto mutuo. Es una relación de adulto a adulto.


Los árbitros españoles (y de otras muchas nacionalidades) lo hacen con el brazo derecho totalmente extendido, inmediatamente después de cometerse la infracción y con cara de mala uva. Es agresivo. “Te vas a enterar quién manda aquí” parecen decir. Relación padre – niño, lo llaman los estudiosos. Y a partir de ahí, se monta la gresca.

Pequeños detalles pueden hacer una gran diferencia.

lunes, 23 de abril de 2007

Pasatiempos indígenas

El buen tiempo impera durante el fin de semana y nos llaman unos amigos ingleses para que vayamos a “disfrutar del sol y tomar el té en nuestro jardín”. Viniendo de ingleses, ésta es una muesta irrefutable de suma afección. Lástima que no dijeran algo del estilo: “veniros a la barbacoa y a tomar unas cervezas mientras vemos el fútbol” Qué le vamos a hacer, no todo el mundo cojea del mismo palo. Lo malo es que, conociendo a mis amigos - un poco a la antigua usanza además de cultos, educados y buena gente – sólo habría tres temas de conversación que irían encadenándose uno tras otro. A saber: la jardinería, el bricolaje y los pájaros. Ave maría purísima, la tarde que se nos avecinaba.

El bricolaje (con jota) es un pasatiempo universal en este país. Se presume que su popularidad es debida al hecho de que las casas son tan antiguas que siempre están en necesidad de reparación, de los precios tan altos que cobra cualquier ‘profesional’, de varios programas de televisión que lo promocionaron machaconamente y del clima miserable que sufrimos, por lo que o bien estas en el pub o bien arreglando algo en casa. Cada hogar británico gasta una media de 1.500 euros al año en bricolaje, que se dice pronto.

La jardinería es otra diversión nacional. Cualquier humilde morada tiene su pequeña parcelita de jardín (la mía es de cemento, por cierto) que se cuida con mimo cuando llega el buen tiempo. Todo hay que decirlo, los jardínes de cualquier rincón del Reino Unido son muy agradables de ver y pasear, incluso a los ojos de un cateto como los de un servidor.

Pero lo peor es lo de los pájaros. Una de las tradicionales aficiones es el birdwatching (mirar pájaros). Baste decir que la RSPB (Sociedad Real para la Protección de las Aves) tiene más de un millón de miembros registrados. La peña se pasa los fines de semana viajando por aquí y por allá para permanecer inmóviles durante horas y ver pájaritos y pajarracos. Incluso el hecho de que se aviste alguna especie atípica es motivo de mención en las primeras páginas de los periódicos serios.

Así que allí estaba yo, ocupando unas horas del fin de semana sentado en una incómoda silla de jardín, viendo las orquídeas crecer en la distancia, admirando las ventanas recién reparadas y ayudando a descifrar si aquel petirrojo era macho o hembra. Qué gozada. Al final no pude reprimir vocear lo que pasaba por mi cabeza y pregunté al propietario: “Oye, tú nunca has pensado en disparar a los pájaros desde la ventana de tu cocina?”. Debe ser muy español eso de avistar un pájaro y pensar inmediatamente en dispararlo. Sin embargo, por las caras que pusieron los presentes, lo más comedido fue guardar el arma, acabar el té y ahuecar el ala.

viernes, 20 de abril de 2007

Malentendidos

Llegó el momento de transferir mis escasos conocimientos a otros colegas y encontrábame con uno de ellos, intentándole explicar esto y aquello, cuando un malentendido trajo a mi recuerdo una anécdota, mitad ficción mitad realidad, que cuentan los vecinos de Rebollar de Ebro.

Ocurrió hace muchísimos años atrás, cuando aún se veía la tele en blanco y negro. Se trataba de dos amigos que nombraré con los ficticios nombres de Agustín y Fidel, no vaya a ser que los protagonistas reales acaben llevándome a los tribunales. Agustín llevaba tiempo cortejando a una paisana de una aldea cercana y finalmente sus avances fructificaron en una cita íntima con el objeto de progresar en el terreno carnal. Ahora bien, el nuevo donjuan era aún novicio en esos avatares por lo que pidió ayuda a su buen amigo Fidel, unos años mayor que él y más experto en las artes amatorias. Para tal fin, quedaron en comunicarse en la distancia a través de unos walkie-talkies durante la noche de marras.

Llegó tan ansiado momento y después de una sencilla cena a base de pan, queso y vino, Agustín se dirigió en voz baja al walkie-talkie y preguntó:
- Fidel, todo va según lo previsto. Ahora qué hago? Cambio.
- La desvistes poco a poco, sin prisa y con cariño. Cambio. – respondió con celeridad el consultor sentimental.
Minutos más tarde, brotó de nuevo la voz de Agustín a través del walkie-talkie.
- Ya está. Y ahora, qué? Cambio.
- Ahora dále con lo de mear. Cambio.
Acto seguido se oyó un fuerte golpe metálico y un alarido femenino de dolor que no hacía presagiar buenos aconticimientos.
- Agustín, coño, que está pasando? Cambio.
- Que he hecho lo que me dijiste, y la he atizado con el orinal. Cambio y corto.

Pues eso, que a este paso como no me esmere en dar mejores instrucciones, mi colega va acabar atizando a alguien con lo que no debe.

jueves, 19 de abril de 2007

Orgullosos de los nuestros

Hay dos secciones de la prensa escrita inglesa que leo con especial interés: los deportes y los obituarios. Omitaré dar explicaciones sobre mi interés en la primera por razones obvias, tratándose de un deportista de sofá como soy. La segunda, no confúndase con la lectura de esquelas, obedece a algo menos morboso de lo que parece.

Hace un par de días leía que falleció Howard Goorney (85 años), un actor menor secundario, desconocido para la gran mayoría. El Daily Telegraph le dedicaba media página donde cuenta con entretenida narrativa su trayectoria vital y su aportación al teatro y la televisión. Un día antes escribieron sobre Paul Bergne (70 años), antiguo miembro del servicio secreto de inteligencia y luego cronista de asuntos de Asia Central. En ambos casos, como en muchos otros, se trata de una especie de homenaje póstumo a la memoria de aquellos que han contribuido con su esfuerzo al desarrollo del país en cualquier faceta. Encomiable.

Busco con trepidación la misma sección en elmundo.es para poder demostrar que mi preconcebida teoría es equivocada. Hay diez obituarios pero sólo uno de ellos corrsponde al de un español, un tal Adolfo Abril, también conocido como “el ginecólogo de las famosas”. No puedo creer que recientemente no haya pasado a mejor vida un semi-desconocido abuelete español cuya pequeña contribución a las humanidades, a las ciencias o a la sociedad civil de nuestro país no merezca una respetuosa referencia que sus nietos y el resto de paisanos podamos leer con orgullo y admiración.

Está claro que todavía somos un país de pandereta.

miércoles, 18 de abril de 2007

Respetando las reglas de juego

Dicen que el cartero siempre llama dos veces pero yo empezaba a dudarlo. Llevaba esperando diez interminables días a que llegara el contrato de mi nuevo trabajo y el tipo siempre pasaba de largo. Tan impaciente estaba que últimamente le recibía a puerta gayola para atraer su atención pero ni por esas. Hoy, por fin, ha llegado la carta. Menos mal, se ha evitado un carterocidio.

Entonces me ha faltado tiempo para entregar mi dimisión en esta empresa. Irrevocable. No se aconseja hacerlo antes de tener el nuevo contrato en mano porque nunca se sabe: la Bolsa se desploma, las companías se devoran entre sí y lo que un día es todo rosa, al día siguiente te quedas compuesto y sin novia.

Todo han sido facilidades y parabienes por parte de la jefa. “Un gran pérdida para el equipo”, “tu contribución se echará de menos”, etc, etc. O sea, lo típico, sin salirse del capítulo “No te cabrees cuando los empleados se te van” del manual “Cómo aparentar ser un buen jefe y no morir en el intento”. Perdón por el cinismo. A uno le dan ganas de decir cuatro verdades a la susodicha pero no es cuestión de salir a sablazos, puesto que además de no ser el caso, entre otras cosas, lo que está en juego son las referencias.

Esto de las referencias es un asunto muy anglosajón y digno de elogio. Funciona de la siguiente forma. Tu futuro empleador pedirá confirmación por carta a tus anteriores empleadores de que efectivamente has trabajado para ellos y te has portado bien. No valen las mentirijillas. Si un empleador emite una buena referencia sobre ti y luego resulta que tú sales un hijoputa en el nuevo trabajo, la empresa afectada podría llevar a los tribunales al empleador que dio la buena referencia. El sistema está basado en la confianza.

Lo típico es que manden una carta detallando las fechas de tu anterior contrato y cuál eran tus funciones. Así comproban que lo dicho en tu curriculum es el fiel reflejo de la realidad. Algunos se mojan un poco más y dicen cuánto maravilloso eras (si es que fuera así). También se pueden obtener “referencias personales” de anteriores jefes puesto que, en ocasiones, las empresas, temerosas de meterse en líos legales, no quieren decir ‘esta boca es mía’ e ignoran las peticiones de dar referencias.

Por lo tanto, siempre es aconsejable salir de la empresa por la puerta principal como buen caballero español, contar hasta diez y cerrar el pico en caso de que tengas algo indeseable que decir y desear a todo el mundo tus mejores deseos aunque tengas los dedos cruzados detrás de la espalda. Estas son las reglas del juego. C’est la vie!

martes, 17 de abril de 2007

Pájaro que vuela, a la cazuela

Estuve a punto de atropellar a un faisán en la carretera esta Semana Santa, aunque de haberlo hecho no tengo muy claro si hubiera tenido cena para un par de días. Parece ser que hay una antigua ley que dice que el vehículo que atropella a un animal, y lo mata, no puede parar y quedárselo; es el segundo coche quien puede hacerlo. Con eso, dicen, se evita que uno vaya con mala fe a por el animalito. Estos siempre tan prácticos.

Ese tipo de leyes no son una excepción en este país. El Reino Unido no tiene una constitución escrita, tiene leyes que han ido evolucionando de antiguas tradiciones y costumbres hasta hoy y el derecho anglosajón se basa en sentencias anteriores y su interpretación en el contexto actual. Jurisprudencia, creo que lo llaman a eso, aunque no me hagan mucho caso.

Hay por tanto leyes antiguas que no han cambiado o desaparecido. Por ejemplo, estrictamente hablando, es todavía legal disparar con un arco a un galés en la catedral de Herford a cualquier hora del día o a un escocés en la ciudad de York siempre que sea de noche. También es ilegal colgar una cama de la ventana o comer cierto tipo de pastelitos el 25 de Diciembre. Como estas hay unas cuantas.


De todas las que he leído la que más gracia me hace es aquella que dice que en Escocia es ilegal estar borracho en compañía de una vaca. Este es un país de tradiciones.

domingo, 15 de abril de 2007

Cosas de palacio

Tenía la intención de contar qué sucede en este país cuando atropellas un faisán en una carretera comarcal pero la actualidad obliga y hay que dar fe del notición del fin de semana, que ha sido soleado pero triste. El país madrugó el sábado con la terrible noticia de que el pusilánime Príncipe Guillermo (William Arthur Philip Louis Mountbatten-Windsor es su nombre completo) y la princesa del pueblo, Kate Middleton, se han separado. No puede ser, así, de golpe, sin anestesia, que diría mi vecino. Con la plata que se ha dejado ella en pamelas últimamente.

Las teorías sobre la ruptura son múltiples y, desde el punto de vista hispano, realmente ingenuas: que si es muy joven para casarse, que si ha elegido la carrera militar, que si pasan mucho tiempo separados, etc., etc.. Tonterías. Sólo cabe una teoría entre los españoles aquí exiliados: la teoría de la conspiración. Porque otra cosa no, pero mala hostia y enrevesados somos un rato los españoles para explicar las desgracias del vecino, máxime si hay faldas de por medio. Hago aquí un inciso en la crónica real para ilustrar esta costumbre ibérica con un sencillo ejemplo.


Alguno aún se acordará de la ceremonia inaugural de las olimpiadas de Barcelona 92 y de qué forma tan original se incendió el pebetero olímpico. La llama olímpica prendió una flecha con la que un tirador de arco alcanzó certeramente el centro del pebetero desde una distancia que parecía inverosímil. Se adjunta el vídeo (1 minuto) para refrescar la memoria a los más olvidadizos.



38 millones de españoles viendo el evento por televisión y 38 millones de bocas que dijeron (dijimos) al unísono: “Los cojones, a mí no me engañan. Han encendido el pebetero a gas apretando un botón y la flecha seguro que ha matado a alguien esperando en un semáforo de la Avenida Diagonal, que se oyen sirenas de ambulancia. A ver si van a pensar que somos tontos. Y además, nosotros no sabemos tirar al arco: tú has visto a alguien tirando al arco en este país?". Un poco de incredulidad por aquí, un poco de ignorancia por allá, una pizca de mala leche, algo de falta de autoconfianza y el cocktail nacional está servido.

En fin, vuelvo al tema sentimental de los Windsor. Qué no vamos a saber nosotros, ciudadanos regidos por borbones durante siglos, que nos costó un ojo de la cara mandar al príncipe Felipe a estudiar al extranjero porque si lo dejábamos en casa era como meter un raposo en un gallinero. Y casi nos salió mal el asunto porque el capullo no quería casarse y tuvimos que ponerle a ver el telediario mientras todo el país actuaba de mamporrero. En Tailandia, a los osos panda les ponen películas eróticas para ayudarles a procrear y, en España, a la monarquía le ponemos a ver las noticias. Si es que tenemos lo que nos merecemos...

Mi explicación del Guillermo-gate es más bien científica: a los principitos no les dieron el pecho cuando de bebés. De otra forma no se puede explicar la fijación que demuestran los chavales en público a las protuberancias femeninas. El Guille, a sus veinticuatro primaveras, está más salido que el pico de una pala y tiene las manos muy largas. Se adjunta foto para sustentar lo dicho, que uno ha visto mucho CSI y lo que hay que presentar son evidencias.

Su hermano Enrique (o Harry “el porretas”, entre nosotros), tampoco es manco y se pasa el protocolo por el arco del triunfo. Otra imagen vale más que mil palabras.

La Kate, mientras tanto, cansada de esperar a su amado buscó consuelo en otros regazos y se quedó embarazada. Ya me lo advirtió un buen amigo, que ella últimamente vestía vestidos muy amplios, prueba ésta irrefutable de embarazo, parece ser. La suegra no parecía disgustada al principio de contar con un biznieto, hasta que se enteró de quién de verdad era el padre de la criatura y lo que esto significaría para el imperio británico.

Si quieres saber quién es el verdadero culpable de todo este embrollo, pulsa aquí.

viernes, 13 de abril de 2007

Te lo dije...

Para todo tiene que haber una primera vez y anoche un guardia cabrón me puso una multa de aparcamiento. Son 60 libras del ala (90 euros), que puedo rebajar a la mitad si me doy prisa en pagar. Todo sea dicho, mi coche (que no yo) era culpable de estar estacionado en una calle para residentes solamente.

Le llamo cabrón al guardia porque, además de que me desahoga, actuó con premeditación, alevosía y nocturnidad. Los inspectores de aparcamiento (parking wardens) no son policías municipales como en España. Visten uniforme y gorrilla a juego para impresionar pero pertenecen a empresas privadas subcontratadas por los ayuntamientos. El mercado en el Reino Unido es bastante lucrativo. El año pasado recogieron más de 1.500 millones de euros en multas.

No es de extrañar que trabajen por “objetivos”; de otra forma uno no se explica que hacía áquel malnacido a las 9:45pm merodeando las calles adyacentes de un pub en día de fútbol televisado y con los aparcamientos semivacíos porque muchos vecinos están aún de vacaciones. A esa hora los niños ingleses llevan tres horas en la cama y la mayor parte de los adultos van camino de ella. Baste decir que la última sesión de cine en Reading es las 10pm.

Por un momento pensé en circular por las calles adyacentes con los focos apagados hasta localizar al inspector. Esperaría a que quisiera cruzar la calle para hacerle una señal cediéndole el paso y entonces aceleraría para darle con la multa en la frente. Pero, como cualquiera puede imaginar, decidí irme a casa con el rabo entra las piernas, que todavía quedaba soportar el “te-lo-dije” de la parienta.


jueves, 12 de abril de 2007

Si bebes, no trabajes

Ayer celebramos el cumpleaños de un colega. Nosotros le entregamos una tarjeta de felicitación y él trae unas galletas de chocolate. Enternecedor. Hubiera estado bien mojarlas con un vinillo de sobremesa pero no está muy claro que las normas de la empresa lo permitan. Yo mismo estuve a punto de meterme en un follón por ignorar ese tipo de reglas hace un par de Navidades.

Era la víspera de Nochebuena y último día laborable del año. Horas antes de que cada mochuelo volara a su olivo, descorché una botella de cava catalán en la oficina, repartimos una docena de vasos de plásticos entre los presentes (no es que tocara mucho por cabeza) y nos deseamos unas Felices Fiestas como dios manda. Qué buena manera de terminar el año.

Pero siempre hay alguien que tiene que aguar la fiesta. Minutos más tarde el Director Financiero se acercó por mi mesa. Aquello sólo podían ser malas noticias.


- Muchas gracias por el detalle - me dijo - pero (recuerden la máxima de que todo lo que va antes de un 'pero' no vale para nada) no lo vuelvas a hacer más. Si de camino a casa alguien tiene un accidente de tráfico la empresa podría ser declarada responsable por haber permitido a sus empleados ingerir bebidas alcohólicas.

Hay que joderse. Si lo llego a saber, le habría apuntado con el corcho a la cabeza.

miércoles, 11 de abril de 2007

Hagan juego, señores (segunda parte)

Decía ayer que la tea lady era arisca y dura de pelar. Llegaba a la empresa a las 14h., se colgaba su delantal, ponía el agua a hervir en una minúscula cocina e iba de oficina en oficina asomando la cabeza y diciendo: “Ready when you are” (todo listo cuando querais). Entonces bajábamos a la cocina y ella nos servía el té o café. Sabía de memoria los nombres de casi todos los empleados y su preferencia por una u otra bebida. Principios del siglo XXI, vivan las tradiciones.

El departamento donde yo trabajaba estaba formado por unos quince extranjeros: chinos, daneses, franceses, alemanes, griegos… y era evidente que la señora no nos tenía gran simpatía (ni nosotros a ella, todo hay que decirlo). Por una parte, se resistía a aprender nuestros nombres raros y, por otra, siempre se quejaba de que le pedíamos cosas complicadas. Por ejemplo, el francés quería “un café no muy cargado con una nubecita de leche y una puntita de azúcar” y la señora meneaba la cabeza con resignada desaprobación. “Malditos extranjeros”, seguro que pensaba.

La empresa, con el Director General a la cabeza, volcó todos sus esfuerzos en hacerle una despedida a la anciana señora a la altura de tan dedicado servicio. En el departamento “extranjero” se originó un acalorado debate: unos decíamos que la mujer se iba a emocionar durante el homenaje; otros, la gran mayoría, opinaba lo contrario. La tea lady era dura como una roca, decían. Entonces se cruzaron apuestas a ritmo de dos pintas de cerveza a una a que la mujer lloraba en la despedida. La definición de llorar nos llevó a un segundo debate. Al final acordamos que una lágrima cayendo por sus mejillas sería suficiente evidencia.

Llegó el día del homenaje y a las tres de la tarde de aquel viernes – todavía lo recuerdo como si fuese ayer – la expectación era fenomenal. Los extranjeros poblábamos la primera fila del informal semicírculo que formaban cincuenta empleados allí congregados. El director general sonreía con aprobación nuestro súbdito interés por formar parte de aquella celebración. La verdad es que nos importaba un bledo la señora; el morbo era la apuesta.

Empezaron los discursos y cuando le llegó el turno a ella, arrancó con decisión. Segundos después, sin embargo, empezó a tartamudear, los ojos entumecidos de emoción (aquello aún no contaba como llorar) y unas lágrimas como perlas acabaron deslizándose por sus mofletes. La euforia entre nosotros fue incontrolable. Gritos ahogados, palmadas en la espalda, manos estrechadas, sonrisas a tutiplén, mientras el resto de la empresa asistía con incredulidad a tal alboroto. La señora seguía su discurso a duras penas ante nuestras miradas de satisfacción, incluidas las de los perdedores de las apuestas. Nos faltó tiempo para abandonar el homenaje y abordar el pub de enfrente de la oficina. Inolvidable.

martes, 10 de abril de 2007

Hagan juego, señores (primera parte)

Quería reunirme con una colega para trabajar en un proyecto pero ella me ha pedido aplazar la reunión para dentro de media hora. “Es que la carrera empieza en cinco minutos”, me ha dicho. “La carrera? Qué carrera?” “La de caballos, la cuarta, a las 13:35 en Sheffield”. Dice que le han pegado un chivatazo, tiene apostadas unas libras y quiere seguir la carrera por internet. No doy crédito a mis oidos.

Este es el país de las apuestas. Aquí se cruzan apuestas por las cuestiones más diversas e inimaginables, no solamente las deportivas. Se apuesta si va a nevar el día de Navidad, si el nudista más famoso del país va a interrumpir la final de tenis de Wimbledon, sobre quién es el padre genético del hijo de Elizabeth Hurley, etc. Todo es apostable.

Un ejemplo más. Se está celebrando en Jamaica el Mundial de Cricket – fascinante deporte sobre el que hablaré otro día. El entrenador de la selección de Pakistán fue hallado muerto en la habitación del hotel horas después de que su equipo perdiera, sorprendentemente, contra Irlanda. Mis compañeros se enzarzaron en un acalorado debate sobre, no quién ganará el mundial si no, quién mató al pobre entrenador. Las sospechas de algunos de mis colegas recaen sobre el mismo equipo pakistaní así que se cruzaron varias apuestas (en dinero, no en especies!) y cada día siguen las ruedas de prensa de la policía jamaicana para conocer la evolución de la investigación.Ver para creer.

Tengo que confesar que yo tampoco soy ajeno a todo esto. Aún recuerdo con hilaridad la madre de todas las apuestas en la que participé hace tres años, cuando trabajaba en la anterior empresa.

Esta era una compañía mediana (120 empleados), muy inglesa, que tenía contratada a tiempo parcial a una mujer menuda, de sesenta años largos y malas pulgas. Era la “tea lady”, la señora que personalmente preparaba el té (o café) a las 14:30 en punto a todos los empleados. Tras más de treinta y cinco abnegados años de servicio, la mujer decidió retirarse. Entonces empezaron las apuestas.

Mañana sigo.

jueves, 5 de abril de 2007

Queridísimo Tony:

Me ha escrito el Presidente, Tony Blair, o simplemente Tony para los amigos. Qué majo. Alguno recordará que firmé una petición cibernáutica a la Moncloa británica contra la propuesta de prohibir sacar fotografías a niños en espacios públicos. Abajo reproduzco su contestación (la de sus secuaces, vamos). Dicen que no tiene nada que ver con ellos. Ni Poncio Pilato se lavaba tanto las manos.
“Thank you for signing the petition on the Downing Street website calling for the Prime Minister to stop proposed restrictions on photography in public places.
This petition has already attracted over 60,000 signatures from people who obviously share your concern. Not surprisingly, the idea that the Government might be poised to restrict your ability to take photos has caused some puzzlement and even alarm.
We have therefore decided to respond to this petition before its closing date of August, in order to reassure people.
The Government appreciates that millions of people in this country enjoy photography. So we have checked carefully to see if any Government department was considering any proposal that might possibly lead to the sort of restrictions suggested by this petition. We have been assured this is not the case.
There may be cases where individual schools or other bodies believe it is necessary to have some restrictions on photography, for instance to protect children, but that would be a matter for local decisions.
In fact, Simon Taylor, who started the petition, has since made clear that he was not really referring to Government action or legislation. His main concern appears to be that photographic societies and other organisations may introduce voluntary ID cards for members to help them explain why they are taking photographs. Again, any such scheme would not involve the Government.
We hope this re-assures you and clears up the confusion.”
Ya le estoy respondiendo:

“Queridísimo Tony:
Devuélvenos Las Malvinas y Gibraltar, que no son tuyos….”

miércoles, 4 de abril de 2007

Exclusivas

Se habla mucho de la prensa amarilla inglesa (red top tabloids), o sea, la prensa sensacionalista. Es muy ilustrativo ver cómo comparan sus ventas con los diarios serios. El escandaloso The Sun vende 3.3 millones de ejemplares cada día laboral mientras que el líder de los periódicos normales, el The Daily Telegraph, vende 0.9 millones. El amarillento News of the World vende 3.7 millones cada domingo; el prestigioso The Sunday Times distribuye 1.4 millones ese mismo día. Está claro qué es lo que el pueblo pide: carnaza.

Las portadas sensacionalistas sacan los colores a monarcas, políticos, actores, deportistas y todo bicho famosillo viviente. Uno a veces se pregunta cómo pueden tener acceso a tal cantidad de chismorreos e intimidades. Muchos seguramente son inventados pero otros, bastantes, resultan ser verídicos. La respuesta estaba más cerca de lo que creía.

El ingenioso jovenzuelo que trabaja al lado mío llamó al The Sun hace un par de días.
- Tengo una exclusiva. Sé de un jugador de fútbol de primera división inglesa que va a firmar un contrato de cuatro años con un equipo rival.


Todos estábamos con las antenas puestas y bien dirigidas hacia la conversación. Parece ser que un amigo de un amigo suyo estaba en companía del futbolista celebrando el acuerdo y entonces quería sacar tajada. Se sucedieron unas cuantas llamadas donde el periodista intentaba sacarle más información. Al final del día no se supo más y el trato no llegó a materializarse.

Hoy la noticia ha aparecido en el periódico (pulsa aquí para leerla) y mi colega se ha quedado con cara de tonto. Furioso, ha contactado al The Sun quejándose y ha conseguido que le manden un cheque de 100 libras (150 euros / 200 dólares) por el apunte (tip). “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente” dijo alguien en tiempos bíblicos. No todos, compruebo.

martes, 3 de abril de 2007

Licenciados en diplomacia

El arte de la diplomacia consiste en "la habilidad para llegar a un acuerdo satisfactorio entre las partes que presentan un conflicto de intereses". En esto los británicos son unos hachas y el actual conflicto con Iran por los quince británicos retenidos / apresados / secuestrados (táchese lo que proceda) lo va a demostrar. Al tiempo. También, cualquier transacción diaria en este pais está embadurnada de diplomacia y la búsqueda de trabajo no es ajena a esas artes.

La agencia quedó en llamar hoy para notificarme el resultado final de las deliberaciones de la empresa que me ha entrevistado por dos veces. Caben dar tres tipos de noticias: muy buenas, malas y muy malas. Y todo es diplomacia, hasta el silencio. Me explico.

Si la agencia no llama el día prometido, esto significa automáticamente malas noticias. Quiere decir que eres el segundo mejor candidato y la empresa está esperando a que el primero, el elegido, acepte el trabajo. Si no lo hiciese (a veces pasa), el puesto podría ser ofrecido a ti.


En cambio, si suena el teléfono, es sinónimo de que hay muy buenas o muy malas noticias. Las muy buenas noticias se dan sin muchos preámbulos. “Quieren hacerte una oferta”, dicen inmediatamente. Si por el contrario, empiezan con: “Me temo que” (I’m afraid), date por jodido.

En inglés, todo lo que empieza por “me temo que” es sinónimo de “no” en español. No está bien visto decir directamente “no” porque eso sería muy abrupto, rudo e insensible; aquí todo el mundo tenemos nuestro corazoncito. Aún más, te dirán que la empresa estaba muy “impresionada” por tu currículo, que la decisión fue muy “difícil” y que tu experiencia y cualidades son de gran “calibre”. Antes de que te des cuenta, les estas dando las gracias e incluso se te pasa por la cabeza mandarles un jamón. Te has quedado sin el trabajo pero te dejan un buen sabor de boca.


Mi teléfono ha sonado hace unos minutos. Quieren hacerme una oferta. Viva la madre que me parió!!

lunes, 2 de abril de 2007

Escapada galesa

Pasé el fin de semana en la bellísima península de Gower, en el sur de Gales. Sin ánimo de ofender, nótese que Gales no es lo mismo que Inglaterra.

Gran Bretaña (Great Britain) está formada por tres países: Inglaterra, Gales y Escocia. Están regidos por diferentes parlamentos y tienen distintas selecciones de fútbol pero joden al mundo unidos, llevan al mismo representante a Eurovisión y compiten con selecciones comunes en atletismo y natación, por ejemplo. Por qué? Ni puñetera idea. Para complicar el asunto un poco más, el Reino Unido (United Kingdom) es el “reino unido” de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Irlanda a secas (Irlanda del Sur o Eire) no forma parte de todo este tinglado y el que lo sugiera con cándida ignorancia se puede estar jugando la vida en presencia de un irlandés republicano.

Gales no ha dado al mundo muchos talentos. Los más conocidos son los “jones”: el cantante Tom y la bella Catherine Zeta. Dicen que el rey Arturo (el de la tabla redonda) tambien era galés pero igual es puro marketing. También se dice que el futbolista Michael Owen es galés pero como tiene una abuela inglesa pudo ganar más dinero y fama al otro lado de la frontera. Los galeses son buena gente aunque los que yo me he tropezado hasta la fecha parecen sufrir cierto complejo de inferioridad respecto a los ingleses.

Cada vez que voy a Gales me pregunto de qué vive la gente allí. Parece ser que de las ovejas, el turismo inglés, la administración pública, los subsidios de la Unión Europea y de unas cuantas fábricas que van cerrando poco a poco. Tampoco está mal. En Gales hablan un idioma propio, que es realmente impronunciable. Adjunto prueba gráfica.


El rincón donde estuvimos hospedados publicitaba su playa local (Oxwich Bay) como “una de las 12 más bellas playas del mundo”. Será de noche. Mucho más impresionado quedé con el espectáculo natural de Rhossili, un paisaje de rocas descubiertas por la baja mar, acantilados, infinita playa y cielos limpios que desde luego merece repetir visita. Muy recomendable.