viernes, 30 de marzo de 2007

Construcciones en conserva

Se ha declarado de manera más o menos oficial que ya no tenemos sequía en el sur de la verde Inglaterra. Sí, tal y como suena. Hasta hace poco gozábamos de uno de los periodos más largos de bajas precipitaciones de los ultimos ciento y pico años. Viva el cambio climático. Tanto es así que se prohibió emplear la manguera para regar jardines públicos y privados o para lavar los coches. Lo curioso es que la inmensa mayoría de los hogares británicos no disponen de lectores de agua, así que uno paga a la companía proveedora una cantidad fija, independientemente de cuanto utilice o de si haya restricciones de uso.

Un dato curioso que ayuda a explicar la “sequía” local es que cada tres litros de agua potable que se suministra a Londres, un litro se pierde por arte de magia. Esto es así porque las tuberías subterráneas londinenses son centenarias y presentan más grietas que la cara de Sara Montiel. Y aunque no se lea en ninguna parte, es fácil de imaginar que tampoco se sabe muy bien dónde están muchas de ellas y por lo tanto no se pueden reparar. Bienvenidos al primer mundo.

Tanto la mayoría de esas tuberías como el metro de Londres, las líneas de ferrocarril y otras importantes infraestructuras para el correcto funcionamiento del país datan de la época victoriana (1837-1901). Desde entonces no se han modernizado mucho, más bien se han maquillado: una capita de pintura por aquí, un parche por allá, un par de nudos sujetando aquello… Luego funcionan las cosas como funcionan. Lo mismo pasa con las casas.

En Inglaterra apenas hay bloques de pisos, sino casitas de dos plantas en hileras. Terrace houses, las llaman. La mía, por ejemplo, es una casa típica en una calle residencial de una ciudad normal, y fue construida en 1895. O sea, en el siglo XIX. Da miedo pensarlo. No es de extrañar entonces que los turistas americanos se queden con la boca abierta cada vez que ven una placa conmemorativa en una fachada. Suele fechar una construcción más antigua que su propia nación.

jueves, 29 de marzo de 2007

Por el forro de...

Ya sea por handsome o por hands-on pero me llamaron para hacer la segunda y definitiva prueba del trabajo que llevo persiguiendo durante las dos últimas semanas. No se podía escapar. Iba preparado por tierra, mar y aire ante cualquier eventualidad. Bueno, no ante cualquiera.

El sentido común sugiere que hay que llegar a las entrevistas con media hora de adelanto, por si las moscas. No cabe llegar tarde. En Inglaterra, las moscas son las incomprensibles ineficiencias del ferrocarril, con lo que uno parte con tal adelanto que acaba merodeando por los alrededores de la cita una hora larga, como buitre en espera de la defunción de su presa, con más impaciencia que si la parienta estuviese en el paritorio.

Cinco minutos antes de la hora H en el lugar L del primaveral día D, me atuso el nudo de la corbata, compruebo que los zapatos están limpios y que tengo la bragueta cerrada y me encamino hacia la entrada principal. Una cosa más: hay que apagar el teléfono móvil…. “Dónde coño he guardado el móvil?” Registro los bolsillos del pantalón, la camisa, la americana, el abrigo, la cartera… Joder, no lo encuentro. Vuelvo a revisar los trece bolsillos contados; no aparece. Imposible, no puede ser. Sería imperdonable que en mitad de la entrevista sonara el maldito móvil.

Entonces decido meterme en la cabina de enfrente y llamarme a mí mismo. Triste pero cierto. No tengo suelto así que introduzco una libra (1.5 euros) para oir mi propio celular. Da tono y la musiquita se oye muy cerca. Está dentro mío. No paro de palparme en un vano ejercicio de onanismo. Al final lo encuentro; se ha colado por el forro de la americana y hace un bulto en la espalda. Hay que joderse. Yo lo que necesito no es un trabajo, es un sastre.

Afuera hay un niño con su madre esperando el autobús. El zagal no para de mirarme. Como empiece a quitarme la ropa va a pensar que superman va a salir de la cabina en segundos. Tampoco solucionaría el tema porque no he encontrado el agujero por el que se ha colado. Faltan dos minutos para la entrevista y decido cortar por lo sano, nunca mejor dicho. Cojo las llaves de casa, las meto al bolsillo de la americana y rasgo el forro para alcanzar el maldito móvil, que a esas alturas ya no era “el maldito móvil” sino el “maldito móvil de los cojones”.

Acabo llegando a la entrevista dos minutos tarde, después de haber esperado casi una hora en los alrededores, y con una libra de menos que la cabina engulló porque salió el contestador.

martes, 27 de marzo de 2007

Olimpiadas polacas

El presupuesto inicial para la construcción de las olimpiadas en Londres (2012 ad) fue de 3.500 milones de euros. El ministro (ministra en este caso) acaba de revisar el presupuesto y el último redondeo cifra la inversión en los 7.700 millones de euros. Y subiendo. Al menos, el debate al respecto y la incompetencia de los responsables es pública y notoria.


Los sentimientos de los ingleses respecto a la organización de sus olimpiadas están divididos. Por una parte, todo el mundo sabe que el sarao no va a salir gratis y que el dinero para sufragarlo va a salir de sus (nuestros) bolsillos en forma de impuestos indirectos, tasas municipales, recargos medioambientales y otros trucos similares. Al contrario que las olimpiadas de Barcelona ’92, que las pagó el Estado. Qué suerte tuvimos. Conozco un colombiano afincado en Londres que está pensando en dejar el país definitivamente antes de que le toque poner su parte. No es broma.

Por otro lado, aquel que no vive en o cerca de Londres tiene aún más dudas porque cualquier legado que deje el evento en forma de instalaciones, transporte y comunicaciones lo va a pagar viendolo de lejos. Muchos piensan que Londres es justamente el lugar donde no había que organizar el tinglao porque la ciudad no da más de sí. Manchester parecía que era la alternativa más idónea pero, gracias a Margaret Thatcher, el norte del país ya no existe.

También los hay optimistas y, entre estos, aquellos que opinan que las olimpiadas darán un espaldarazo definitivo al deporte británico, las medallas arrastrarán a millones de jóvenes a hacer ejercicio y el país entero llevará una vida más sana. Y si los cerdos volaran…. Para tal fin, la estrategia es reclutar jóvenes altos, clave del éxito olímpico, según ellos. La iniciativa oficial se llama “Sporting Giants”. La primera convocatoria se hizo en la plaza de Trafalgar (Londres) hace un mes. Si llegamos nosotros a organizar algo similar en una plaza de cualquier ciudad española seguro que nos llamaban paletos.

Volviendo al dinero. La propuesta de un periodista en la tele es la de traspasar las Olimpiadas a Varsovia. Razona que la creación de los miles de empleos en Londres y la consiguiente acumulación de riqueza va a ir a parar a los trabajadores, es decir, a los polacos. “Qué exageración” pensaba yo. No tanto, parece ser. Un colega, director general de uno de los mayores proyectos de construcción que estamos desarrollando, me comenta que los carteles de la zona de operaciones en Irlanda del Norte están en polaco y que una docena de empleados llevan un distintivo casco amarillo. Son los traductores.

lunes, 26 de marzo de 2007

Sobre humos y vapores

Dicen que el hombre es un animal social aunque, dada la cantidad de autistas sociales con los que tropiezo diariamente, a uno le da la impresión de que el arca de Noé hizo escala aquí para soltar sólo a los animales y se marchó con los humanos a otro parte. Hace un par de días tocó pelearse con uno de los animalitos en la sauna del gimnasio.

El mamífero en cuestión tiene los cuarenta largos, cara avejada y el pelo canoso cortado al uno. Está siempre tumbado en el mismo banco, ocupando bastante espacio, a sus anchas, como si la sauna fuera suya. Parece que está dormido pero no lo está; es que hace yoga. Eso del yoga debe ser la hostia.

El de Lucena y un servidor entramos al hervidero para sufrir un poco y, entre sudores, nos entreteníamos con lo de siempre: rajar. No parábamos de rajar sobre el estado de la nación, la novia del príncipe Guillermo, los cabrones de los mecánicos y la virgen en verso. Eso sí, con tono contenido y respetuoso, no como verduleras. Así fue como conocimos a Iñigo, el donostiarra, hace un par de meses, que un día nos oyó parlotear y se le alegró la tarde, que aquel sitio siempre parece un funeral.

En fin, en esas estábamos, pasando revista a la actualidad internacional, cuando el cuarentón rompió la paz del lugar abruptamente.
- Diez segundos, diez!!! – bramó girándose a nosotros.
- Qué pasa? Dónde hay fuego? – respondimos sobresaltados
- Diez segundos es el silencio más largo que haceis, lo llevo conometrando desde hace días. Aquí no hay quien descanse! No parais de hablar! - habló el hijo de la gran bretaña.

Vaya humitos. Ya nos habíamos percatado en días anteriores de que algún usuario no estaba muy satisfecho con nuestra diarrea verbal, supongo que con el añadido de que no entendía de qué hablábamos y, por ende, no sabía si también estábamos mentando a su madre - como ha sido alguna vez el caso, por cierto. Pero qué le vamos a hacer, tenemos sangre en las venas y no horchata.

Nos enzarzamos en una discusión tonta con el cuarentón mala-follá. Eso sí, enmascarada de sonrisas y buen rollito, aunque “entre col y col, lechuga”, que el tipo estaba ciertamente molesto y nosotros también íbamos camino de ello. Entró entonces más gente a la sauna y a todo el mundo le dió por opinar sobre el tema ante el enojo del yoguista, quien ya no pudo encontrar paz para volver a su mundo interior.

Me parece que empezaremos a ir a la sauna con más frecuencia. Sólo por joder, vamos.

viernes, 23 de marzo de 2007

Las Azores 2

Unas imágenes valen más que mil palabras. A punto estuve de caerme del sofá del susto, la risa o de vergüenza ajena. Todavía no lo sé. Uno se está partiendo la cara en esta isla por dejar a nuestro bendito país en buen lugar y luego viene el gracioso de turno y tira tanto esfuerzo por la borda.



Para los no iniciados en idiomas la situación es la siguiente:

Gran Premio de Fórmula 1 en Australia el pasado domingo.
Martin Brundle, ex-conductor de F1 y ahora comentarista en un canal inglés, está entrevistando en directo a conductores, directivos, famosillos y otros miembros de la farándula a cinco minutos del comienzo de la carrera. Bernie Ecclestone, supremo de la competición, se le acerca por detrás y le dice:
- Véte a ese grupo y entrevista al Primer Ministro.

Allá que va el periodista, henchido por el tanto que se va a apuntar, cuando se queda mirando al grupo sin reconocer a nadie y pregunta:
- “Con quien tengo que hablar? Quién es el Primer Ministro?

Los del grupito empiezan a señalarse unos a otros como los niños en el colegio y el periodista, que está en directo, entra en pánico.
- Bernie, me has mandado aquí y ahora me dejas colgado! Con quién tengo que hablar??

Del resto, sobran las palabras.

jueves, 22 de marzo de 2007

Peldaños obscenos

Vengo de sufrir el amistoso acoso verbal de algunos colegas varones en el almuerzo, acusado de que los del continente somos “muy finos”. Aquí se habla del “continente” como sinónimo de “Europa” o, lo que es lo mismo, aquello que queda al otro lado del Canal de la Mancha. Aquí nosotros; allí Europa.

Hablaban con sorna y una pizca de envidia sobre lo que ellos perciben como la sofisticación continental: nuestros estilos de vestir, la cultura del vino, los modales en la mesa, el beber como acto social, etc. Así que allí me encontraba yo, defendiendo no sólo la rojigualda sino también las enseñas euopeas, incluida la italiana, que ya me jodía puesto que los transalpinos no gozan de gran reputación cuando se trata de actos bélicos, por muy bien que el Capitan Corelli tocase su
mandolina.

Llegamos, como se veía venir, al protocolo y la deferencia con las mujeres: cederlas el paso, sujetar la puerta, ayudarlas a poner el abrigo, etc. Estos han visto muchas películas. El debate se encalló cuando discutíamos quién debe ir primero, si el hombre o la mujer, cuando los dos están subiendo una escalera. Debe ir el hombre delante para no mirar sus piernas (o lo que asome) o, por el contrario, debe ir detrás para asistirla en caso de tropiezo o caída? No nos poníamos de acuerdo.


Así que después de la entretenida sobremesa, decidimos tomar el ascensor en lugar de las escaleras como suele ser nuestra práctica habitual, todos muy precabidos acerca de cómo juzgaría el rezagado nuestras piernas y traseros. Aquí mariconadas las justas. Llegó el ascensor y entré raudo ante las protestas de los no-europeos. “Tranquilas chicas – respondí con sorna. Antiguamente, el protocolo decía que el hombre debía entrar al ascensor el primero para comprobar que era seguro.” A fe que es cierto.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Solidaridad

El viajero ocasional al Reino Unido habrá observado con curiosidad la gran cantidad de “tiendas de caridad” (charity shops) que pueblan cualquier núcleo urbano de este islote. Impresionante. La mayoría pertenecen a ONGs que amparan a innumerables grupos de afligidos (cáncer, tercera edad, enfermedades mentales, tercer mundo...) y se nutren de artículos de segunda mano que el público dona y que luego se revenden a un precio muy reducido. Los artículos más comunes son ropa, libros, objetos decorativos y videos, por ese orden.

Hay campañas solidarias regulares y también hay iniciativas puntuales que se anuncian a bombo y platillo, como la de
Comic Relief que se celebró la semana pasada. Famosos aparecen en programas de televisión y radio, se organizan concursos, etc. destinados a recaudar dinero para mejorar las condiciones de vida de varios paises africanos. Las empresas y sus empleados tambien participaron de esa campaña. Un par de ejemplos. Una de mis compañeras cocinó varias tartas y vendió las porciones en la oficina por 0.75 euros. Otros equipos pusieron en práctica diferentes ideas para recaudar dinero. Al final de la semana la empresa donó la misma cantidad recaudada por la suma de las distintas iniciativas. En otro caso, una empresa de telecomunicaciones instaló una consola de videojuegos en su recepción y los empleados podían jugar pagando una cantidad simbólica cada vez.

Son tambien muchos los esfuerzos solidarios indiviuales. Un colega va a cruzar andando el desierto del Sahara con el objetivo de recaudar 2.000 euros para una asociación de leukemia. Hasta el momento una de las iniciativas personales que más me ha llamado la atención fue la de aquel otro colega bastante obeso que se puso a hacer dieta por un mes. Nos propuso que cada uno voluntariamente fijase una cantidad que donaríamos por cada kilo de peso que él bajase. Unos le ofrecieron cinco euros por kilo, otros diez, otros dos, etc. Lo recaudado iría a parar a un hospital de niños. El tuvo la motivación de adelgazar para una buena causa, además de su propia salud. Bajó 7 kilos y recaudó unos 400 euros.

Granito a granito, todo ayuda.

martes, 20 de marzo de 2007

La culpa es de Seikspi

Ayer comenzó mi peregrinaje de entrevistas de trabajo, un acto de confesión y contricción al mismo tiempo donde uno, como alma que vaga en pena, purga los pecados de su vida anterior ante un completo desconocido sin cortinilla de por medio. Señor, qué habré hecho yo para merecer esto.

Me recibe un chaval de mi edad, flaco, canoso y de mirada inquisitiva. Ingeniero. Al menos no pertenecía a esa banda de Recursos Humanos que cuentan cuántas veces tragas saliva antes de responder y si cruzas las piernas porque tuviste una infancia muy triste. La entrevista era de esas donde el entrevistador explora “comportamientos” (behavioural interview). Te preguntan, por ejemplo: “Describe una situación donde estuviste ante una presión muy fuerte y cómo lo afrontaste“ o “pon un ejemplo real donde utilizaste tus habilidades analíticas para resolver un problema”. Todo muy científico, como pueden ver. Además de ser listo, hay que parecerlo.

Primera pregunta: “Háblame un poco sobre ti: quién es Javier y qué es lo que hace fuera del trabajo”. Uno entonces cierra los ojos por un microsegundo y murmura: “qué injusta es la vida y qué poco me quejo”. Las similitudes entre una entrevista de trabajo y una cita amorosa parecen ser muchas y aquello me recordaba al “Verdad, beso o consecuencia” adolescente. “Espera que llegue mi turno…” – mascullaba para mis adentros

Se sucedían las preguntas, las respuestas, los ejemplos, las aclaraciones y todo iba sobre ruedas. Los dos estábamos en la misma onda. El tipo no paraba de cabecear con aprobación. “Le gusto, está en el bote, de hoy no pasa…” Pero lo bueno dura poco, a todo Titanic le llega su San Martin y aquel iceberg me estaba esperando a la vuelta de la esquina.

“Dime una debilidad tuya”. La pregunta es típica en estas situaciones. A veces me han dado ganas de contestar: “el chocolate” o “las chicas de pelo corto”, pero tampoco es cosa de tensar mucho la cuerda, que luego se rompe. Habiendo hecho los deberes de antemano respondí con gracia: “Soy muy hands-on” (práctico, de manos a la obra). No tiene porqué ser cierto, pero la descripción del puesto de trabajo invitaba a tal defecto y eso es lo que hay, que la hipoteca estába llamando a la puerta.

La respuesta en sí no era mala pero, en inglés, debí poner el acento a la sílaba incorrecta y pronunciar los letras equivocadas porque el flaco ingeniero entendió que yo me definía como “handsome” (elegante, hermoso). Vaya cagada. De allí, cuesta abajo y sin frenos.

“De verdad? (Really?). Y eso quien lo dice?” – preguntó sorprendido levantando la vista de su cuaderno. Y yo, ajeno como él al malentendido, le empiezo a contar las innumerables personas que opinan aquello sobre mí y las situaciones en las que tal imperfección en realidad había contribuido al éxito de mis proyectos y un largo etcétera que me ahorraré por verguenza torera. O sea, me hundía más en el fango con cada explicación que daba. Para entonces yo creo que el entrevistador pensaba que mi experiencia laboral había transcurrido en un baño turco gay de la N-IV a la altura del kilómetro 14.5. Ahora me explico que fuera empujando su silla hacia atrás poniendo cada vez mayor distancia entre nosotros.

Todavía ajeno a la confusión pronuncié de nuevo la famosa palabrita de los cojones (hands-on) aunque entonces con la entonación correcta y con todas las letritas en su sitio. “Ahh, dices hands-on” - brincó de su asiento. Y fue entonces cuando caí en la cuenta del embrollo.

Había que buscar una salida digna. Una de dos: o admitía mi falta y delataba mi ineptitud fonética o ponía cara de póker y continuaba dándole al palique, como si la culpa fuera de su otorrino. Y esto hice, que la sanidad británica tiene muy mala fama.

lunes, 19 de marzo de 2007

Resumen de prensa

Detallo más abajo un popurrí de reseñas de prensa de actualidad que hilan con algunos de los artículos publicados recientemente en este blog.

Alguno recordará un artículo anterior donde hablaba conmigo mismo sobre las subvenciones familiares al joven españolito. El iturratillo me ha enviado una noticia que ha aparecido en El Mundo con el siguiente titular: “Un juez rechaza la petición de un joven de 22 años de que sus padres le suban 'la paga'”. El caradura del zagal y la sentencia del juez no tienen desperdicio. Si quieres leer esta noticia (en castellano) pulsa aquí.

Hablábamos hace poco de cuán felices son los niños ingleses. Noticia aparecida en todos y cada uno de los periodicos ingleses: “Un niño de 10 años es condenado por robo, emborracharse, fumar cannabis, aterrorizar a otros niños con un cuchillo…” Vaya criaturita. Si quieres leer la noticia completa (en inglés) pulsa aquí.

Y yo me quejaba de que aquí la basura se recoje una vez por semana…. “El gobierno británico dice que la propuesta de recoger la basura una vez cada quince días no va a causar problema alguno.” Si quieres leer la noticia completa (en inglés) pulsa aquí.


viernes, 16 de marzo de 2007

Relojes de mesa

Ayer celebramos el fórum bi-mensual de nuestro departamento. El fórum es una sucesión de presentaciones durante tres horas que congrega a unas veinticinco personas. Cada fórum es presidido por una pesona diferente. Algunos pensarán que asumir la presidencia de tan magnífico evento es un honor. Craso error. El evento vale poco, es un auténtico coñazo, y siempre buscan a un tonto para endiñarle el marrón. Entonces fue cuando me metieron en escena.

La cuestión de colgarle el muerto a un tonto (a un presunto tonto, en este caso, si me lo permiten) no es menor. Si a uno le dieran a elegir entre un tonto o un hijoputa, la elección correcta probablemente sería éste último porque al menos ya sabes de qué pie cojea. El tonto, en cambio, es un peligro andante porque nunca sabes muy bien por dónde te va a salir. Y este fue el caso de ayer. El (presunto) tonto, o sea, yo, se tomó el papel de presidente del fórum muy en serio e hizo sufrir a más de uno.

Tradicionalmente, la gente se suele pasar la agenda del fórum por el forro de los cojones y aquellos que tiene diez minutos para hablar acaban ocupando media hora. Al final, terminamos a las tantas medio adormilados de tanto tostón. En esta ocasión, lo que nadie esperaba era que el presidente apereciese con un reloj de arena. Hacer, lo que se dice hacer, hice poco. Y lo poco que hice fue por omisión. Concedía la palabra a un colega para que comenzara su presentación, daba la vuelta al reloj de arena y advertía que tenían de tiempo hasta cuando acabase de caer el último granito. Hubo colegas que lo pasaron realmente mal, hipnotizados por el instrumento, más pendiente de cuánta arena quedaba en el reloj de arena que de su propia presentación. La audiencia tambien acabó más entretenda mirando el relojito de marras que atendiendo lo que realmente se hablaba.

Como consecuencia, terminamos a la hora prevista y, aún despiertos, nos fuimos a tomar una cerveza a un pub irlandés como es tradición después de estas largas reuniones. Con el presidente del fórum a la cabeza, claro está.

jueves, 15 de marzo de 2007

El peligro de la fotografia

Leo en un periódico de tirada nacional que un ayuntamiento del sur de Gales quiere prohibir que los niños sean fotografiados en parques públicos y otros espacios abiertos. Dicen que es por el bien de los niños, para defenderlos de “pedófilos”. Padres que quieran tomar fotografías de sus niños cuando están de picnic tendeán que tener un permiso escrito.

Los ciudadanos ya se han movilizado y han abierto una petición en Downing Street (la ‘Moncloa’ británica) para parar ese despropósito. He sido el ciudadano 57,192 que ha firmado electrónicamente la petición. Si algun lector de este blog es británico o residente en el Reino Unido y le apetece hacerlo, que pulse aquí.

Me estaba preguntando que a qué imbécil de concejal se le habrá ocurrido semejante estupidez. Este país es cuna de grandes invenciones y tiene una larga historia de sociedad civil pero a veces salen con cosas que es para darles de comer aparte. Pero me temo que ya es tarde y la noticia no es más que un reflejo de lo que ocurre en el día a día. Me explico.

Si una criatura de cuatro años se me acercara en plena calle, yo saldría corriendo como si me atacara un pitt-bull con la rabia. Por qué? Porque si lo aupara y le hiciera una noñería o le diera un par de caricias - como haría cualquier adulto en un país emocionalmente equilibrado - tendría a un par de vecinos, un viandante y quizá la madre llamando a la policía para denunciarme por pervertido. Tan real como la vida misma.

Con este entorno tan benévolo a uno se le quitan las ganas de ser generoso con el prójimo. Hace un par de años tomé un día de vacaciones y acompañé a una amiga inglesa, profesora de español y francés, a su escuela para enseñar español a sus alumnos (gratis). Los chavales estaban encantados (y quizá defraudados) cuando vieron a una especie autóctona de carne y hueso. Una de las clases se desdobló en dos grupos y a mí me pusieron a cargo, en solitario, del grupo que tenía un excelente nivel. El director del centro me pidió discreción porque “no habían pedido un chequeo de mis antecedentes penales a la policía”. Es un procedimiento obligatorio y él se estaba saltando la norma y podía meterse en un lío. “Gracias por hacerme sentir como un delincuente”, pensé. Si lo llego a saber, les cobro.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Al agua patos (segunda parte)

Dejo los chistes malos y retomo las andanzas del pato.

El malo de la película estaba arrinconando a la pobre criatura, contable para más señas, quien no entendía qué diablos hacía el tipo allí y qué tenía que ver ella con el pato. Yo ya iba por doce fotocopias, cuando solo necesitaba una, no dispuesto a perderme la matanza del cornúpeta. En esto estábamos cuando se acercó un colega que presenciaba la conversación en la distancia y dijo:
- Ese pato es mío.
- Y qué hace esto aquí?
- Lo gané en un competición por equipos de la empresa.
- Ese debe ser otro pato, porque el del número 55 lo gané yo – intervino otro colega con tono molesto.


Lope de Vega se hubiera sentido orgulloso de ellos. “Fuenteovejuna, todos somos una”. El ‘engaña-baldosas’ ladeó varias veces la cabeza en desaprobación, se giró sobre sí mismo buscando inspiración y en esas acabó clavando sus ojos en mí, sorprendido de encontrame allí, quizá pensando que yo formaba parte del mobiliario, al igual que el pato.
- A mí me parece que habrá que hacer un test de paternidad al pato - fue lo primero que se me ocurrió decir muy serio sin saber muy bien porqué.

Afloraron las medias sonrisas y el malo titubeó consciente de estar minoría. Viendo venir capotes por todos los lados decidió retirarse a los corrales.
- No es profesional tener este tipo de objetos rondando una oficina - dijo. Quien demonios sea el propietario del pato, que se lo lleve cuanto antes, por favor.

Se marchó entonces altivo, intentado mantener la dignidad, sin darse cuenta que se encaminaba hacia la escalera de incendios en vez de a la puerta principal.


martes, 13 de marzo de 2007

Al agua, patos (primera parte)

Uno de los primeros mensajes del nuevo mandamás de esta empresa (>5,000 empleados) cuando tomó posesión de su cargo fue la de llamar a todo el mundo la atención por lo que él percibía como una gran desorden en las oficinas, papeles por todos los sitios, etc. Quedaba claro desde un principio que no iba a ganar ningún concurso de popularidad.

Pues bien, meses más tarde ha mandado un par de sus secuaces a pulular por las oficinas para sacar los colores a aquellos “abusones del desorden”. Ayer nos visitó uno de ellos. Yo estaba en la fotocopiadora cuando el morlaco - rabicorto, astifino, con una ligera cojera en la pierna izquiera – de ahí le venía su sobrenombre: “el engaña-baldosas”- embestía con malicia y se ensañaba con una pobre chica, preguntándola que “qué diablos hacía aquel pato allí”.

Creo que nunca antes había mencionado que tenemos un pato gigante en la oficina. Un pato como aquellos con los que los niños juegan en la bañera, de plástico, pero este es enorme, con el número 55 escrito en un lado. No me pregunten la razón. Para mí, desde que llegué aquí, esta oficina venía con pato. Adjunto foto del ánade para aquellos incrédulos que suelen encontrar excesiva la creatividad en mis artículos.

Cada vez que paso cerca del animalito me viene a la memoria el chiste de los cazadores español y francés, cada uno en una orilla del río Ebro, aguardando el paso de un pato. Aparece uno, le disparan a la vez y el pato cae muerto al río. Ambos se tiran al agua, llegan al mismo tiempo, uno lo garra por la cabeza, el otro por las patas y se produce un tira y afloja. Tras un par de minutos de lucha, el español sugiere:
- Vayamos a tierra y resolvamos esto civilizadamente.
Vuelven a la orilla y cuando el francés pregunta si tiene alguna idea al respecto, mi paisano propone:
- Resolvámoslo de la siguiente forma: por turnos, uno le pegará al otro una patada en su partes nobles y aquel que no logre contener el grito de dolor pierde el pato.

El francés acepta el reto y el español, cogiendo carrera, le sacude una patada ahí donde más duele, que hace retorcerse de dolor a su contrincante quien, valiente, contiene un alarido sin poder disimular las lagrimillas que le caían por sus mofletes.
- Ahora me toca a mí – dice el francés recuperado unos minutos más tarde.
- Mira, mejor quedate tú con el pato, porque para qué nos vamos a pelear por esta tontería – responde el español.

Mañana sigo con lo que pasó al pato de plástico.

sábado, 10 de marzo de 2007

El tonto(n)


Ayer fui a hacer un examen para sacarme el título básico de Dirección de Proyectos. El título es lo de menos, la cuestión es que queda muy bien en el currículo y las agencias y empresas lo valoran bien. Todo a su precio, por supuesto. El examen tenía lugar en Milton Keynes, a una hora y media de Reading. Si algún día tienen la oportunidad de visitar Milton Keynes, por favor no lo hagan y así no perderán su tiempo.

Salí de Reading para llegar a mi destino con cuarenta y cinco minutos de adelanto, por si las moscas y el tráfico. Una hora más tarde estaba parado en la autopista. Un accidente veinte kilómetros más adelante entre un camión y dos coches bloqueaba dos carriles. Largas retenciones, decía la radio. Entonces dije: “Rupert, te necesito” y mi TomTom calculó una ruta alternativa, que aún me dejaría veinte minutos de asueto. Unos kilómetros más tarde y lo que mi amigo el TomTom decía que era una rotunda ahora era una residencia de ancianos. Este es el problema de tener cosas pirata, que luego pasa lo que pasa.


“Sácame de aquí, capullo” - golpeaba nerviosamente al aparato. La segunda ruta alternativa me llevaría al examen a la hora en punto. Y empecé a recorrerme los sitios más insospechados de la campiña inglesa, pasando por pueblos diminutos, dando más vueltas que Willy Fogg, sin leer una señal de tráfico, confiado ciegamente en lo que la voz metálica del TomTom me indicaba. Dos minutos antes de la hora llegué al centro del examen y mirando al cielo di las gracias, no a Dios sino al satélite de telecomunicaciones que me había dirigido hasta allí.

Ahora bien, acabé entrando tarde al examen porque me perdí dentro del edificio.

jueves, 8 de marzo de 2007

Televisiones voladoras

Me acaba de llegar la factura para poder ver televisión (tv license). Esto es, por ver televisión pública (aparte están los canales de pago). Son algo menos de 200 euros del ala al año (65 euros si tu tele es en blanco y negro). Recibir esta factura es una de las cosas que más indigna al españolito al principio de su estancia en este país. Pagar por ver televisión pública! Dónde se habrá visto!

España es uno de los pocos países europeos donde no hay instaurado una canon por ver televisión. Conviene recordar que la deuda acumulada de Radio Televisión Española (RTVE) alcanzó los 8.000 millones de euros en 2006. Lo que vienen a ser unos 200 euros de deuda por cabeza. Qué casualidad. Eso a cambio de una programación floja y llena de numerosos y prolongados cortes publicitarios, como si todos sufrieran de incontinencia urinaria y agradecieran tanta interrupción.

La recaudación de la licencia va a parar a la BBC, con lo que cubre un 75% de sus gastos. Los programas en la BBC no se interrumpen por publicidad y suelen ser de una calidad media bastante decente, independientemente de que a uno le guste ver la vida de los rinocerontes en la sabana, un debate político sobre Irlanda del Norte o un drama clásico. Y lo que es más importante, es una televisión independiente, que no necesita someterse a los criterios del gobierno en plaza puesto que no recibe una peseta de éste.

Qué pasa si no pagas la tv license? Entonces recibes una segunda carta con tono amenazante y luego una tercera, aún más amenazadora. Nadie puede creerse que no tengas televisión en casa. Quizá llegue una cuarta carta. Luego no pasa nada hasta que un día llaman a tu puerta y es un inspector de la empresa que se encarga de cobrar la licencia. Si eres inocente, le invitas a pasar para que compruebe él mismo que no tienes tele, aunque no le está permitido que abra ningún armario. Si eres culpable, él ya lo sabrá de antemano porque habrá comprobado con sus medios que tu casa está recibiendo señal.

En fin, aquí casi todos pagamos la dichosa licencia: muchos porque lo consideran justo, algunos porque no hay más remedio y otros porque no quieren correr el riesgo de ser multados (1.500 euros). Se han dado casos de entrar el inspector a la casa y salir una televisión volando por la ventana. Dicen que vale menos comprar una tele vieja de segunda mano que pagar la cuota anual. Hay gente para todo.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Es de Justicia (segunda parte)

Termino con otro apunte sobre la justicia inglesa.

Hablaba hace poco con Ignacio, madrileño en la treintena, más chulo que un chotis, de profesión “sus labores”y, desde hace unos años, feliz residente en la provincia de Cadiz. Ignacio se casó con una irlandesa que conoció en Londres, cuando él trabajaba para la misma empresa que yo. La irlandesa estaba embrollada en la custodia de hijos de un matrimonio anterior. Perdieron varios juicios y recurrieron varias veces. Ignacio ya se hartó de los miles y miles de euros que los abogados les sangraban y decidió él mismo coger el toro por los cuernos. Se metió en Internet, se informó cómo recurrir la sentencia, rellenó los formularios, preparó su defensa y la semana pasada se enfrentó contra el ex-marido malo-malísimo, y su equipo de cuatro super-abogados, ante tres Lores ingleses con tres pelucas. Ganó el juicio. Olé sus huevos.

Me contaba Ignacio la bronca que los jueces dieron a los abogados contrarios por haber aconsejado mal a su cliente, el trato justo - que no preferente – que le dispensaron a él y, en definitiva, la sensación que tenía desde un principio en que allí se iba impartir justicia, ganara el juicio o no. Como tiene que ser.

martes, 6 de marzo de 2007

Es de Justicia (primera parte)

De vez en cuando, uno nota la ausencia de un compañero de trabajo y cuando pregunta dónde está te responden: “está en un jurado (jury duty)”. Es decir, está asistiendo a un juicio como parte de un jurado popular. Pueden ser dos semanas fácilmente fuera de la oficina (no se descuentan cómo vacaciones!). Una vez hablaba sobre jurados populares con unos americanos, quienes se horrorizaban ante el hecho de que la justicia en España se impartiera por una única persona: un juez (casi siempre Garzón, por lo que parece). Yo me encogía de hombros y no le encontraba mayor problema al asunto porque – aún a riesgo de repetirme - el ciudadano común español está acostumbrado a pintar poco rodeado de tanta figura autoritaria (profesores, guardia civiles, supejueces, curas, notarios, el borde de la ventanilla del ayuntamiento, etc.). Tampoco ayudó que nuestra primera experiencia de jurado popular arrancara como lo hizo.

Un ejemplo ilustrativo: tras diez años de dar el coñazo, Mohamed Al-Fayed - conocido fuera de estas fronteras como el papá del playboy que acompañaba a Diana de Gales haciendo rally por las avenidas de París – ha conseguido que el juicio para aclarar las causas de la muerte de la parejita se haga con juzgado popular y no con un juez como es típico hacerlo en ese tipo de casos. Al-Fayed siempre ha revindicado que el esposo de la Reina y los servicios secretos británicos causaron el “accidente”. El juez que en esta ocasión ha permitido el uso de jurado popular ha venido a decir que la ciudadanía percibiría como un “conflicto de intereses” que tal acusación sea juzgada por alguien a quien se podría asociar con la parte acusada. Independencia. Así da gusto.

lunes, 5 de marzo de 2007

Por la Reina

Roger y Karein, una simpática pareja de sudafricanos, nos invitaron a cenar a su casa el viernes. Para aquellos que gusten de colores, diré que ambos son blancos. Calculo que él está en los cuarenta años largos; ella a mediados de la treintena. Han tenido un bebé, Simon, un cacho carne de cuatro meses.

Su idioma materno es el afrikaans. Hablan entonces inglés con un acento duro, arrastrado, a veces difícil de seguir. Tanto es así que cuando más hablaba Roger, yo más iba intimando con el Baron Georges, que no era un aristócrata invitado a la cena, si no la botella de vino tinto que tenía enfrente.

Roger tiene la doble nacionalidad sudraficana-británica desde hace diez años. Nunca se lo ha dicho a su empresa. Trabajan a menudo para el ministerio de Defensa y la doble nacionalidad no se lo permitiría en algunos casos (parecido a lo me dijeron los del armamento atómico durante mi entrevista de trabajo telefónica). Roger dice que no es que él haya mentido, es que “no se lo ha dicho”. Quien hizo la ley, hizo la trampa. Tampoco habría que ser muy sagaz para descubrirlo. Y Sherlock Holmes era inglés? Los cojones.

Karein acaba de obtener la nacionalidad británica. Parece ser que los trámites son relativamente sencillos viniendo de un país “normal”. Hay que cumplir cinco años de residencia en el Reino Unido, no haber reclamado beneficios sociales, pasar unos tests y hacer el juramento. Esto del juramento me sonaba familiar. Dusan, un serbio buen amigo y compañero de batallas en mi anterior patrono, llegó a este país con estatus de refugiado (asylum seeker). Consiguió la nacionalidad británica con mucho esfuerzo y estrés al cabo de seis años. Yo le acompañé al notario para hacer el último trámite. El notario, tras unos minutos de conversación para asegurarse que entendía inglés, le preguntó:

- Bajo qué fórmula quieres hacer el juramento? Por "la Reina y Dios" o por "la Reina" solamente?
- Cuál de las dos es más barata? – le respondió el serbio.

Todavía nos estamos riendo de aquello.


viernes, 2 de marzo de 2007

Esto va a traer cola

Una de las ventajas del idioma inglés sobre el español es que el primero es bastante más preciso que el segundo. Por ejemplo, uno dice ‘tiempo’ y, en castellano, no sabe si es atmosférico (weather) o de la hora (time) . Otro ejemplo sería “cola”, que a secas, uno no puede discernir si se refiere a la de un mono, un pegamento, una fila o una bebida refrescante, entre otras dieciocho acepciones que el diccionario de la Real Academia ofrece (sin mencionar lo que signfica para los argentinos).

En inglés cola (fila) se dice queue. Es quizá la única palabra del diccionario que se pronuncia igual que cuando le quitas todas sus vocales. Los ingleses son mundialmente conocidos por su afición a hacer colas. Pueden estar horas enteras impertérritos en la fila, mientras decenas de otros (extranjeros normalmente) se van colando. Empujar (being pushy) no es educado y además es injusto. Montar una escena al que se cuela no va con ellos. Todo eso es parte de lo que representa ser inglés (englishness)

La última vez que estuve en España (Granada, enero 2007), hacía cola en la estación de autobuses. Era una única fila para dos ventanillas. Diez minutos más tarde, cuando el siguiente turno iba a ser el mío, una mujer madura se puso en paralelo a mí. La reconvine con la mirada y me espetó que ella era la primera de su fila (ella sola) para una ventanilla y yo el primero de la mía (veinte personas) para la otra. Una pareja inglesa detrás mío asistía a la escena boquiabiertos. Una segunda mirada y dos ladridos más tarde acabaron enviando a la señora al final de mi cola. La pareja inglesa seguía con la boca abierta.


Ya lo decía una de mis abuelas: “a bicho que no conozcas, no le pises la cola”